OTAN: la paz no crece en los árboles

Jorge Quindimil AL HILO

OPINIÓN

J.J. Guillén | EFE

02 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La OTAN nació para defender a las principales democracias occidentales de la tiránica URSS de Stalin, la mayor potencia militar del planeta. Con su desintegración, la OTAN perdía la única amenaza para la que había nacido y a la que había tenido que hacer frente durante cuarenta años, pero se adaptó a una nueva realidad geopolítica con un nuevo actor internacional: Rusia.

La OTAN recibió a la sucesora de su archienemiga URSS con diálogo y cooperación. En su concepto estratégico de 1991, la OTAN afirmó que el diálogo con Rusia debía ser «fundamento para una mayor cooperación en Europa y para resolver las diferencias y los conflictos por medios pacíficos». Ese diálogo culminó en el acta fundacional de 1997 que supuso un hito histórico: «La OTAN y Rusia no se consideran adversarias». A diferencia de la URSS, Rusia sería un socio de la OTAN.

Al mismo tiempo, varios países de la antigua órbita soviética llamaban a la puerta de la OTAN, lo que derivó en arduas negociaciones con Rusia para calmar su preocupación. La diplomacia logró entonces que fuese posible tanto la ampliación de la OTAN como la buena relación con Rusia, que se extendió durante años a una amplia cooperación en la lucha contra el tráfico de drogas y el terrorismo, emergencias, o en investigación científica. Rusia incluso apoyó misiones OTAN en Afganistán, en el Mediterráneo, en el Cuerno de África y hasta en Bosnia y Kosovo. Esto muestra que la ampliación de la OTAN siempre fue una preocupación para Rusia, pero no siempre fue un problema.

Sin embargo, Rusia y EE.UU. iniciaron un camino sin retorno en el uso ilegal de la fuerza armada: Yugoslavia, Chechenia, Afganistán, Irak, Georgia, Crimea, Ucrania. Putin cavó la tumba de la diplomacia en su discurso de Múnich del 2007, criticando a EE.UU. y la ampliación de la OTAN, al tiempo que defendía los mil años de historia imperial rusa. En el 2008, Putin atacó Georgia, en el 2014 anexionó Crimea y en el 2022 invadió Ucrania, resucitando así a la OTAN de la que se quería retirar Trump y a la que Macron había declarado en «muerte cerebral».

La OTAN llegó esta semana a Madrid para formular su nuevo concepto estratégico en el que Rusia dejó de ser socio para ser, por vez primera, «la amenaza más directa y significativa». La alianza es firme en su política de disuasión y defensa, pero también deja abierta la vía del diálogo con Moscú siempre que abandone la violencia. La OTAN rediviva sale de Madrid más fuerte, más unida y más expansiva, pero debemos exigirle que también sea más responsable, porque la paz, la libertad y la democracia no crecen en los árboles.