Génova 13

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

01 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fabulábamos con que el edificio número 13 de la calle Génova acabase convertido en uno de esos cadáveres inmobiliarios que se transforman en leyenda, una parada en el plano negro de Madrid junto con el palacio de Linares y el poltergeist de Vallecas. El género está de moda y, tras la Verónica de Paco Plaza, la sede del PP parecía una localización inmejorable para un thriller político que deviniese en festival gore, con el inquietante sonido de unos martillazos al fondo y el cadáver de Pablo Casado tomando el té con Manuel Fraga y los marqueses de Bermad. Casado le reconocía a Génova un alma simbólica; quizás creía que deshaciéndose de la sede conjuraría un destino fatal y haría un borrón y cuenta nueva que le salió regular, porque bien sabemos que ahí sigue la sede mientras él desayuna en Palencia.

En ese perfil público que Feijoo se ha labrado de tipo previsible y formal, tiene sentido la sentencia con la que han zanjado la mudanza anunciada por su predecesor: «Los edificios no tienen la culpa». La conclusión de Bendodo es de un cientificismo flagrante digno de ser el titular de una charla de los escépticos. Es verdad que aleja a la nueva dirección del PP de paparruchas psicofónicas, pero, quizás sin querer, redirige la mirilla precisamente hacia las personas, en concreto hacia las que estaban allí antes que ellos. Si la culpa no era de los muros, la culpa era de quienes se escondían tras los muros.

Así que el PP seguirá en el 13 de Génova sin que el dinero negro que pagó su reforma incomode a nadie porque los edificios no tienen la culpa de lo que se hace con ellos. Aunque la conclusión esquiva el poder transformador que tantas veces tiene la arquitectura. También la mala.