Borjamaris y cayetanos

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

23 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Pochola y Borja Mari, fijaté, se fueron a esquiar». Así comienzan las «sevillanas pijas» que en 1990 cantaba en la televisión el dúo Martes y Trece. Treinta años después, Borja Mari, prototipo del pijo español, se ha convertido en nombre común para designar a todos ellos: borjamari. A ello contribuyó eficazmente la película El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004), cuyos personajes principales encarnan Santiago Segura y Javier Gutiérrez.

Hasta hace unos años, en España solo había pijos a secas. Ese apelativo, despectivo y coloquial, designaba a personas que con su forma de hablar y de vestir, cargada de afectación, manifestaban gustos propios de una clase social adinerada. Gustos que comparten los comisionistas que se han lucrado escandalosamente vendiendo mascarillas al Ayuntamiento de Madrid. Estos han atraído de nuevo la atención de los lectores sobre los términos borjamari y cayetano al ser presentados como tales en los medios de comunicación y sobre todo en las redes sociales.

La banda madrileña Carolina Durante popularizó hace unos años su canción Cayetano: «Todos mis amigos se llaman Cayetano / Zapatillas Pompeii, alguno tiene barco». Más adelante decía que «Todos mis amigos se llaman Cayetano / No votan al PP, votan a Ciudadanos», pero con el tiempo actualizaron la letra: «Ahora votan a Vox, antes a Ciudadanos». La canción no pareció que molestase a los que desde entonces son tratados de cayetanos, pero fue el punto de partida para que desde el otro extremo del arco político se emplease ese sustantivo con fines hirientes. Así, ciertos personajes, como Pablo Echenique, criticaban y llamaban cayetanos a los seguidores del grupo Taburete que cantaban sin mascarilla o a quienes se manifestaban en el madrileño barrio de Salamanca contra las restricciones decretadas por el Gobierno durante la pandemia.

El empleo de cayetano como remoquete se reforzó por la notoriedad de algunos Cayetanos —estos escritos con mayúscula inicial—, como Cayetana Álvarez de Toledo, Cayetano de Alba o Cayetano Rivera. La primera, entonces portavoz del PP en el Congreso, llegó a acusar al Gobierno de acosar a quienes protestaban contra lo que hacía: «Ustedes los persiguen, los llaman pijos, fachas, incluso cayetanos. Fíjese, ¡qué exceso!».

Quizá no les sirva de consuelo a los afectados, pero algunos expertos pronostican una vida corta a estos epítetos.