Notas, la profecía autocumplida

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira NI UN PASO ATRÁS

OPINIÓN

María Pedreda

21 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay polémica por las notas numéricas que el Gobierno ha desterrado a golpe de Lomloe de la educación obligatoria (primaria y ESO) y ha sustituido por «insuficientes», «bienes», «notables» y «sobresalientes», una versión fluida de las calificaciones, muy propia de la época que vivimos.

Es lógico que nos incomode esta renuncia al dígito, porque los europeos somos muy amigos de medirlo todo, y ponerle una cifra a alguien lo resume muy bien. Usamos con frecuencia expresiones como «Fulanito es un alumno de ocho» o «Mengano es un alumno de cinco» y así, empaquetado Fulanito en su notable holgado, damos por sentado que es un buen estudiante, centrado, trabajador e inteligente, aunque no una lumbrera de esas que nos dejan con la boca abierta. La familia está satisfecha con la promesa de su futuro y los profesores de los siguientes cursos ya saben qué esperar de él y qué dígito le representa. Y de Mengano sabemos que no podemos contar con gran cosa, con suerte que no la pifie en un revés de la adolescencia y se hunda del todo; con el 5, a Mengano le regalamos la etiqueta de paria.

Pero nos dejamos en el tintero cómo se relacionan Fulanito o Mengano con sus congéneres, si resultan hilarantes al contar una historia y son líderes natos, o si bailan como discípulos de Michael Jackson. No sabemos si Fulanito trabaja en equipo sumando y ayudando, o es el típico que lo quiere hacer todo. Como es un chico de ocho, partimos de la base de que no es el carota que espera sentado mientras el resto del grupo se deja las cejas; de Mengano estamos casi seguros, así lo constatan sus calificaciones trimestrales, que es el que no da palo al agua en el grupo.

Las etiquetas son muy cómodas y, al igual que los estereotipos, tienen algo de cierto. Pero los seres humanos somos tan complejos y la infancia y adolescencia se caracteriza por ser un momento vital tan intenso que la calificación no significa nada. Bueno, para Mengano seguramente sí, porque la falta de expectativas hacia lo que hace o puede hacer seguramente lo abocará al fracaso vital, una suerte de profecía autocumplida en el boletín de notas. Pero Fulanito.... Fulanito no tiene nada. Está a expensas de una crisis nihilista propia de los varones en bachillerato, de engancharse a un videojuego y dejar la vida en él, de enamorarse y olvidarse de estudiar...

Los ochos, si se tumban, son el infinito.