Un descontrol permanente

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Europa Press Reportajes | EUROPAPRESS

09 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de esos dos niños bien de Madrid que se embolsaron casi seis millones de euros por realizar la labor solidaria de facilitar material sanitario al ayuntamiento en el peor momento de la pandemia no nos pilla por sorpresa. Ya vimos de todo. Dinero público que acabó en la compra de grandes mansiones, en interminables juergas y hasta en prostíbulos. Por eso es difícil que nos sorprendamos, por muy sofisticados o chapuceros que sean los métodos de saqueo.

Pero, mientras esos procedimientos delictivos han ido mejorando con el paso del tiempo, en el control que se ejerce sobre los contratos de las administraciones estamos como en la Edad de Piedra. Estos dos borjamaris fueron descubiertos no por la fiscalización del ayuntamiento, sino por la denuncia de bancos, que se sorprendieron del ingreso de 3,3 millones de euros en concepto de comisiones e informaron a la Comisión de Prevención del Blanqueo de Capitales. Y, aún así, pudieron hacer frente a sus carencias básicas con doce utilitarios marca Lamborghini, McLaren y Ferrari; relojes Rolex y una lujosa mansión.

Los niños bien vendieron guantes de ocho céntimos a dos euros, entregaron test defectuosos, se llevaron casi el 50 % de la operación que, en su opinión, es absolutamente legal, y la maniobra hubo de ser destapada por una entidad bancaria. Lo mismo que la comisión —una nadería comparada con la de estos listillos— del hermano de Díaz Ayuso, también por facilitar generosamente material sanitario, que llegó a la Fiscalía después de haber sido descubierta por un medio informativo y denunciado reiteradamente por la oposición. Conviene recordar que los medios fueron los radares de la mayoría de las corrupciones de este país. De Gürtel a Púnica y de los ERE a Nós, ningún organismo fiscalizador de ninguna administración fue capaz de detectar los miles de millones de euros que se movieron ilegalmente.

Los órganos fiscalizadores que siembran España nacieron para controlar que la gestión pública se ajuste a los principios de legalidad, imparcialidad y confiabilidad. Lo dicen los manuales. Pero, a la vista de su efectividad, lo mismo se crearon para colocar y tener entretenida a la parentela de quienes los idearon.