Un misil al corazón de la ONU

Claudia Luna Palencia PERIODISTA MEXICANA, CORRESPONSAL EN ESPAÑA DE LA REVISTA «VÉRTIGO»

OPINIÓN

JUSTIN LANE | Efe

29 mar 2022 . Actualizado a las 08:58 h.

La ONU nació con una vocación pacifista el 24 de octubre de 1945, como resultado de un gran esfuerzo multilateral por evitar que los demonios de la ambición terminasen dinamitando la paz mundial. Su finalidad mediadora entre los conflictos se ha visto socavada con el paso de los años. La gente ha seguido matándose por todo tipo de razones: religiosas, culturales, étnicas, por cuestiones de minorías, por pretextos limítrofes y por apoderarse de los recursos naturales del otro, esgrimiendo tácticas defensivas o por equilibrio geopolítico.

No cumple ni cien años de existencia y a lo largo de ese tiempo, por lo menos, se han vivido 30 conflictos bélicos.

En la quimera de nuestra ensoñación como seres humanos las nuevas generaciones creyeron que nunca más el mundo se pondría otra vez al borde de una catástrofe humanitaria como la provocada por la Segunda Guerra Mundial. Nadie creyó en el 2022 que un día escucharía en directo al presidente de un país ordenar a su ministro de Defensa poner en alerta a sus fuerzas disuasorias nucleares, como lo hizo el dictador Vladimir Putin hace unos días. Dice el Pentágono que desde el pasado 24 de febrero al 17 de marzo, Ucrania ha sido castigada con 900 misiles lanzados por las tropas rusas.

Esta invasión anunciada públicamente desde el 4 de diciembre pasado por The New York Times, basándose en servicios de inteligencia estadounidenses, ha terminado por encajarle un misil hipersónico a la ONU que, agónica e incapaz, ve impotente cómo un émulo de Hitler, en pleno siglo XXI, desoye a las instituciones, a los organismos, atropella los órganos internacionales y apabulla tratados y leyes.

Putin ya se ganó un sitio en el basurero de la historia al lado de otros magnicidas que como él se atrevieron a destruir las esperanzas de la gente; a aniquilar vidas, provocar dolor, muerte y un sufrimiento irracional. Porque la guerra es irracional, es estúpida. El dictador del Kremlin terminará por enterrar la ONU ignorando sus designios, desoyendo las recomendaciones de diálogo y el cese del fuego declarados por 141 países. Una mayoría atónita porque Putin no para.