De todas las palabras que la pandemia incorporó al vocabulario habitual, una de las más complejas de asumir en la vida diaria fue la de convivientes. A esa burbuja, que engloba a las personas que viven bajo el mismo techo y excluye al resto del mundo, ya apelaba Netflix en sus condiciones de uso mucho antes, aunque nadie le hiciera caso. Ahora hay señales con las que la plataforma empieza a recordar a los usuarios que el derecho a compartir cuenta acaba al salir por la puerta, como figura en sus términos y condiciones.
Hasta ahora ha habido ancha manga para esa práctica común, consentida por la empresa, de contratar una suscripción premium y pagar a escote entre familiares y amigos. Una técnica de márketing que ha servido para que los usuarios saboreen las ventajas del mundo a la carta a un precio asumible. Pero en algunos países, por ahora lejanos, la firma tecnológica empieza a poner límites a quienes no son titulares de una suscripción propia. Del resultado de este ensayo dependerá posiblemente lo lejos que esté dispuesta a llegar la compañía a la hora de cerrar el grifo a las cuentas comunitarias en el resto del mundo. No hay duda de que ese algoritmo tan bien entrenado para conocer nuestros gustos también podrá ser adiestrado para otras labores. Todo será cuestión de evaluar las pérdidas y las ganancias ahora que la sobreoferta de plataformas es apabullante.