Acabamos de descubrir que Vladimir es un malvado. Un tirano y un matón. Lo averiguamos ahora que, sin más ni más, ha invadido Ucrania y atemorizado al mundo con una amenaza nuclear. Es un mal tipo que nos tenía engañados, porque siempre contamos con él para las grandes misiones, negocios y relaciones. Le creíamos uno de los nuestros y se nos destapa como un sujeto despreciable.
Dejando a un lado los elogios y relaciones con el facherío mundial, Vladimir recibió una cascada de atenciones y consideraciones a lo largo de las últimas dos décadas. «Miré al hombre a los ojos y lo que vi fue una persona directa y digna de confianza. Sentí su alma», dijo en el 2001 aquel inolvidable psicólogo llamado George W. Bush.
Desde Schröder hasta Merkel, los alemanes mantuvieron con el sátrapa ruso unas relaciones que hicieron a su economía la gran potencia europea, eso sí, dependiente del Kremlin. Londres se alzó como centro financiero y se enriqueció a cuenta de los oligarcas rusos. Firmas de lujo francesas e italianas recibieron los beneficios de las grandes fortunas de los amigos de Vladimir, al igual que los diamantes de Bélgica. Y hasta el Partido Laborista británico recibió casi dos millones y medio de euros para su financiación, pese a que ahora lo niegue Boris Johnson.
También aquí, cuando Putin recibía la Llave de Oro de Madrid de manos de Ruiz-Gallardón; se abrazaba a Zapatero; Aznar decía que es un líder con «las ideas absolutamente claras», nos visitaba con fuertes acuerdos económicos bajo el brazo y se deshacía en elogios hacia el emérito, con el que comparte buena relación y afición por la caza, creíamos estar ante un hombre de fiar. Lo recibimos con guardia de honor, llamativos uniformes, caballos engalanados y exquisitos menús porque queríamos escuchar que estoy «realmente preocupado por España», a propósito del referendo independentista catalán. No nos decía, claro, que ofrecía dólares y oxígeno a los sublevados.
Poco le importó al mundo que asaltara Chechenia, Georgia o Crimea; que asesinara opositores y periodistas o que pateara los derechos humanos. Los occidentales veíamos en Vladimir a un gran líder comprometido con la paz mundial. Aunque estuvo avisando. Y ahora acabamos de descubrir que es un monstruo. Que creamos entre todos.