Es la invasión y no la guerra, estúpido

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Carlos Díaz

27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La frase The economy, stupid, popularizada durante la campaña que enfrentó en las presidenciales de 1992 a Clinton y a Bush padre, es tan conocida que no tengo que insistir en que el título de esta columna no insulta a nadie (¡Dios me libre!), sino que se limita a subrayar lo que con ella quiere destacarse: que el aspecto esencial de una cuestión se oculta por ignorancia u oscuros intereses. 

Las guerras, claro, son terribles. «Contadme la historia de un soldado raso y os contaré la historia de todas las guerras». Hemos vuelto a ver la tragedia que encierra ese certero pensamiento —frase de apertura del gran film de Anthony Mann La colina de los diablos de acero— en las imágenes de los cadáveres de soldados o reservistas ucranianos, muertos tras enfrentarse con fusiles a los blindados del potente ejército de Putin.

Sí, las guerras son terribles, pero los ucranianos dejados a su suerte por ese Occidente del que querían formar parte han tenido forzosamente que elegir entre la guerra y la rendición a la autocracia rusa (mucho más comunista que zarista, no se dejen engañar: recuerden Hungría y Praga) que ha invadido su país. Y es que las guerras no se oponen muchas veces a la paz sino al sometimiento: ese fue el debate que se planteó en el Reino Unido cuando sus dirigentes debieron elegir entre declarar la guerra a la Alemania hitleriana, como quería Churchill, y la llamada política de apaciguamiento que lideraba Neville Chamberlain. Menos mal que ganó Churchill, pues da pavor pensar qué habría ocurrido en otro caso.

¿Es «no a la guerra» lo que hay que proclamar a voz en grito, como, recuperando el lema de hace años, hemos visto hacer estos días a decenas de miles de personas en muchas partes del planeta? ¿O ese «no a la guerra» es ahora para muchos la coartada tras las que tantos enemigos del mundo occidental —en el que viven tan plácidamente, disfrutando de todas sus ventajas— tratan de esconder su equidistancia entre la libertad que llaman burguesa de un modo despectivo y las autocracias supuestamente progresistas? Lo hemos visto en España, en ese comunicado del BNG que no menciona a Rusia para nada o en las palabras de los izquierdistas (EH-Bildu, ERC y algunos dirigentes de Podemos) que aprovechan la invasión de Ucrania para exigir ¡la disolución de la OTAN! cuando Putin amenaza también a ¡finlandeses y a suecos!

Yo entiendo que Occidente, para evitar males mayores, haya decidido no inmiscuirse militarmente en la agresión intolerable contra Ucrania (recordemos las palabras de Einstein tras la II Gran Guerra sobre un posible holocausto nuclear: «La próxima guerra mundial se llevará a cabo con piedras»), pero no que se exija el fin de la guerra y no el de la invasión, pues la primera no es más que la terrible consecuencia de la segunda. Por eso, cuando quizá dentro de nada, Putin levante su bandera sobre el palacio presidencial de Kiev o coloque allí un Gobierno títere a la bielorrusa, comprobaremos que el final de la guerra no es la paz sino la tiranía.