Un naturalista genial

Javier Guitián
javier guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

07 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos días, falleció a los 92 años Edward O. Wilson, destacado naturalista y prolífico autor que ayudó a aumentar la conciencia y la comprensión global sobre la biodiversidad y la conservación. Wilson comenzó su carrera estudiando la biología y las estructuras sociales de las hormigas, pero su obra es conocida gracias a su escritura accesible plasmada en numerosos libros, dos de los cuales fueron galardonados con el Premio Pulitzer. 

En contra de la creencia general, no fue Wilson quien acuñó el término biodiversidad. Fue Walter Rosen, de la Academia de Ciencias Americana, el que lo propuso, frente a la diversidad biológica de Wilson. Este consideraba el término demasiado pegadizo, aunque rectificó poco después al ver «la rapidez con que la palabra adquirió dignidad e influencia».

A principios de los años ochenta, Wilson se comprometió con la defensa de la conservación de la biodiversidad junto con otros biólogos, como Peter Raven, Paul Ehrlich o Daniel Janzen, que sostenían la necesaria implicación de los científicos de las universidades y centros de investigación en la conservación. Desde esa fecha, Wilson se dedicó a disertar sobre la destrucción de los ecosistemas y la extinción de especies.

Pero, para los científicos, Edward Wilson es, sobre todo, conocido por sus aportaciones a la biogeografía de las islas, junto con Robert MacArthur, además de por sus obras Sociobiología. La nueva síntesis y Biophilia que, no sin controversia, contribuyeron a sentar las bases de muchos aspectos de la biología evolutiva. Buena parte de las teorías aceptadas por el mundo científico actual tienen su base en hipótesis formuladas por este científico extraordinario.

En un sentido más coloquial, Wilson dignificó, desde Harvard, el papel de la biología de campo. En ese falso debate entre las batas de los biólogos de laboratorio y las botas de los naturalistas de campo, es famosa su discusión con James Watson, uno de los descubridores de la estructura del ácido desoxirribonucleico, al negarse este a la posibilidad de contratar ecólogos en Harvard.

E. Wilson fue uno de los científicos más importantes de su tiempo. Su trabajo fue galardonado con numerosos premios y, afortunadamente, en España se reconoció su labor con el premio de la Fundación BBVA Fronteras del conocimiento del año 2010. Pero más allá de sus galardones, Wilson pasará a la historia de la ciencia como uno de los padres de la moderna biología evolutiva, hoy presente en la mayoría de los planes de estudio de las facultades de biología.

Al leer la noticia de su muerte, recordé su debut como activista medioambiental: «Lo peor que podría suceder, y que sucederá, no es el agotamiento de las fuentes de energía, el colapso económico, la guerra nuclear limitada o la imposición de un régimen totalitario. El único proceso en curso que tardará millones de años en corregirse es la perdida de especies y de la diversidad genética provocada por la destrucción de los hábitats naturales». El párrafo es de 1980, la mente de una extraordinaria modernidad.