Vuelve el «no a la guerra»

Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PUBLICO

OPINIÓN

Eduardo Parra

23 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Al final ha llegado la prueba de fuego (¡y nunca mejor dicho!) para saber si Podemos aprecia en algo los que son —según sostiene, con esa pretendida superioridad moral de todos conocida— sus principios indeclinables y, por ello mismo, innegociables.

Como era de esperar, en cuanto la ministra de Defensa —una de las bestias negras de quienes comparten Gobierno con el Partido Socialista— ha anunciado el envío de una fragata y un caza minas al escenario prebélico de Ucrania y también el posible despliegue de cazabombarderos en Bulgaria, han arreciado las críticas del podemismo en todas sus formas y sus siglas, con la única y muy significativa excepción de Yolanda Díaz, que, por lo que se ve, no quiere dar ni un paso en falso para conseguir, según sus propios palabras, salir del rinconcito de la extrema izquierda. Y ello pese a militar en un partido, el Comunista, que es hoy en todo Occidente un inútil residuo del pasado arrinconado por la historia.

Tras la conversación en Suiza entre el secretario de Estado norteamericano y el ministro ruso de Exteriores cabe la esperanza de que lo que todas las personas razonables deseamos en gran parte del planeta —que Rusia no invada Ucrania y se eviten así la imprevisibles consecuencias que de ello podrían derivarse— llegue a hacerse realidad, aunque sea al precio de aceptar el chantaje de Putin sobre la no entrada de Ucrania en la OTAN. Chantaje que haría perder a ese país la soberanía que recuperó tras su abandono de la URSS.

Pero, por si las cosas, finalmente, se torcieran, y se iniciara un trágico conflicto armado, Podemos y sus fuerzas asociadas ya han dejado clara su postura: que entre la OTAN (que reúne a algunas de las principales democracias del planeta, con la única y clara excepción hoy de Turquía) y Rusia (un Estado que en manos de Putin es cada vez más un sistema autoritario) el podemismo está con Rusia. Una elección que indica bien a las claras sus querencias política e ideológicas y su forma de entender la actual geopolítica europea.

Por eso los dirigentes de Podemos y aliados, incluidos varios de sus ministros, advirtieron de inmediato, en cuanto la titular de Defensa anunció el envío a Ucrania de unidades militares españolas en el marco de la OTAN, que ellos estaban radicalmente en contra de ese despliegue militar. Con más razón hay que suponer que, en buena lógica, de abrirse un conflicto armado Podemos estaría del lado contrario a aquel en que se situarían nuestras tropas.

Las dos preguntas que ello plantea, claro, son de libro: ¿Puede un presidente mantener en el Gobierno a un partido que está en radical desacuerdo con sus decisiones respecto de un eventual, o real, conflicto militar? ¿Aceptaría Podemos, tan presuntamente fiel a todos sus principios, estar en un Gobierno dirigido por el que Iglesias se ha adelantado a llamar ya «el partido de la guerra»? Yo me atrevería a apostar por dar a ambas preguntas una respuesta positiva, pues con esta tropa nos jugamos los dineros. Y todo lo demás.