Los expertos infelices

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

CAPOTILLO

16 ene 2022 . Actualizado a las 09:37 h.

Seguro que se los han cruzado en la vida. Una, dos y más veces. Son expertos en infelicidad. Lo que se decía en el lenguaje de nuestros abuelos un aguafiestas. Un plomo. El pitufo gruñón de la aldea pitufa, para que me entiendan. Son licenciados en pesadumbre. Temes preguntarles cómo les va. Ya lo sabes. Fatal. Todo mal. Nada bien. Si les inquieres sueltan su lengua y no paran. Ellos, por supuesto, no se preocupan de ti. Viajan con su tormenta, con sus rayos y sus truenos.

 La mayoría de las veces ni siquiera se les cruzó el destino con sus golpes. Ellos generan su veneno. Sus huellas son pozos. La causa de que todo les salga del revés es de los demás, del nacimiento del sol, de la rotación de la Tierra, de la llegada de la noche. De las estaciones. De la temperatura. De la forma de las nubes. De lo que sea. Solo necesitan el estribo de una justificación para subirse a su gusto por los desastres.

Son cenizos que no saben sonreír. Que carecen del perdón. Que extraviaron la caridad. Son yoístas con su altar. Todo les sucede a ellos. Nadie les mira bien. No son tan activos como los tóxicos. Pero son una pesadez. Una indigestión. Pueden ser excompañeros de colegio a los que por cortesía solo les preguntas qué tal. O gente de tus alrededores a los que te es difícil evitar. Pero no lo duden. Háganlo. Huyan.

El tiempo es escaso para seres en sombra. Quien de verdad padece un desastre merece toda la ayuda, la mano tendida y rendida. El paraguas de la amistad. Pero no estos plúmbeos que ahuyentan al sol. Los expertos en infelicidad no sufren por un luto. Por una catástrofe. Por un accidente que ha truncado sus vidas.

Los expertos en daño se agarran a una astilla para sangrar. Para devorar a los otros. Son acosadores del ánimo. Abusadores de la esperanza. Encima tienen mal beber. Te lían un circo en nada. Tú solo pasabas por allí y casi te vas a casa con una depresión. Tú sí enterraste a tu padre. A él no le falta en la familia ni el perro. Pero su vida es una catástrofe porque hizo la primera comunión vestido de marinerito, que no digo yo que no sea trauma. ¿Hasta el punto de no levantar cabeza desde entonces por eso?

A la gente la despiden. Se queda sin empleo. Pasa hambre. Se corta en el filo de las facturas de la luz y de la compra. Enferma. Él tiene dinero y salud para varias generaciones, pero no disfruta ni del aire. Te dice. No lo notas. No noto el qué. Estáis en una terraza. Hasta salió el sol. El café está riquísimo. Te dice. El ambiente está cargado. El café es malísimo. El camarero, educadísimo, un maleducado. Entonces al que se te acaba la educación es a ti. Te levantas y te vas. Y deseas con mala uva que le hayan echado de verdad un escupitajo en el café como él pensaba que hacían en la cocina a escondidas. Con la edad aprendes que no se puede perder el tiempo. Perder el tiempo no es pecado venial, menos con los reyes del lodo.