Empatía, resiliencia y progreso

OPINIÓN

Eduardo Parra | Europa Press

30 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A las 12 horas de ayer, cuando Sánchez empezó a exponer el balance de su Gobierno, correspondiente al 2021, y siendo consciente de lo mal que compagina mi cuerpo con las marchinhas del carnaval carioca, no pude evitar el recuerdo de João de Barro Braguinha y Alberto Ribeiro, y dar cuatro pasos de baile al ritmo de su célebre samba: «Oh balancê, balancê / quero dançar com você...». Después, consciente de que la fuerza de mi metáfora exigía una traducción harto criticable, volví a la seriedad de mi oficio para hacerles un resumen del balance de Sánchez, que, despreciando algunos matices que podrían oscurecer esta obra de arte, podemos condensar en los episodios siguientes.

Este año, que ponía la corona de espinas al malhadado 2020, fue horrible y desastroso en todo el mundo —dijo el presidente— menos en España, donde un derroche de empatía, resiliencia, progreso, diálogo y políticas sociales propició que ningún español —o española— quedase atrás, y que ninguna actividad económica quedase sin la cobertura de las pródigas cuentas del Estado. Después, concretando un poco más, dio a entender que todo lo bueno que sucedió en nuestro amado país —la invención de las vacunas, su compra y su distribución, y también su inoculación, y los fondos Next Generation, y la compra de la deuda por el BCE, y el aguante más que meritorio de los diecisiete sistemas de salud que tenemos en la patria indivisible, y el invento de los ERTE, y el civismo del que hicimos gala y honor la inmensa mayoría de los ciudadanos— son, en realidad, mérito suyo, porque trajo orden, paz, diálogo y cooperación, y porque su Gobierno de 22 sillones —como si fuese la RAE— facilitó los acuerdos con quienes no quería pactar, y asumió las exigencias de una mayoría inestable y caprichosa que solo cierra sus acuerdos a base de cheques no presupuestados —como si la gobernanza se pagase en negro—, y a base de legislar a tutiplén para licuar la realidad del único país del mundo que está siendo gobernado por sus propios enemigos.

¿Y los fallos? ¿A quién se los imputamos? Eso está clarísimo. A Aznar y a Rajoy, que subieron la factura de la luz, congelaron las pensiones, hicieron la reforma laboral, se enfrentaron al dislate catalán, hicieron leyes educativas sectarias, y propiciaron los recortes que, en vez de corregir la deriva del Estado hacia la insolvencia, metieron todo su dinero en los bolsillos de los banqueros, los fondos buitre y los ricos de familia.

Pero, ¿no se hizo nada mal desde la moción de censura? Sí, claro. Se hicieron mal muchas cosas, de las que son responsables Pablo Casado, que nunca tocó balón; Inés Arrimadas, que no supo manejar las mociones de censura de Castilla y León, Madrid y Murcia; Esperanza Aguirre, que es casta por familia y por política, y Ayuso, que, en vez de aplaudir a Sánchez con las orejas, le planta cara y gobierna Madrid a su aire. Por eso, a Sánchez le quedó tan planchada esta exhibición de empatía que hizo ayer: «Oh balancê, balancê / quero dançar com você...».