No nos engañemos a nosotros mismos

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

David Zorrakino | Europa Press

20 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A la corrección política le llaman progresismo. Y la Navidad se la ventilan con un «felices fiestas». Sacan motivos religiosos del alumbrado, los belenes no se instalan por cuestiones «ideológicas» y cualquier veinticuatro, en vez de cantar Noche de paz, nos ponemos raperos y entonamos a Sugarhill Gang y su Rapper's Delight, que cuando yo dispensaba discos en las discotecas parecía lo más avanzado: entonces el rap era un vago horizonte sin arco iris ni estrellitas. Papá Noel avanza y a los Reyes, que además de ser monárquicos son cristianos, los acosan de tal manera que Baltasar y Melchor y Gaspar han lanzado un mensaje en una botella: al mar de los tristes. Hay que empeñarse en no serlo estos días. Olvidemos las consignas y aparquemos la doctrina política en un zaguán sin vistas al mar. No hablemos de ismos ni antagonismos. Olvidemos todos los fracasos y todos los gobiernos fracasados. Leamos libros que hace años no hayamos leído. Enfundemos el disfraz de la serenidad. Hasta yo mismo estoy dispuesto a felicitar la Navidad a «todos y todas», a sabiendas, como ustedes conocen, de que este error gramatical ha sido para mí uno de los asuntos fundamentales de alguna de mis columnas del 2021.

Quiero felicitar la Navidad, decía, sinceramente. La Navidad, así como suena, con su Noche de paz y su niño nacido milagrosamente cada 25 de diciembre. Imagino que agnósticos y ateos de mi generación se han criado entre villancicos y que al volver de la escuela la niebla, como los calcetines del cielo, se encaracolaba en su imaginación haciéndoles ver hadas madrinas y magos. Imagino que también habrán gozado con nuestras catedrales, católicas. La belleza del Obradoiro cualquier noche de estrellas. El ir y venir de los peregrinos de las romerías gallegas, felices. Imagino que habrán escuchado a los viejos decir buenas noches y hasta mañana si Dios quiere. Imagino que, siendo inteligentes, los agnósticos y ateos sabrán valorar también lo que han hecho los católicos a favor del progreso y la humanidad. Occidente es occidente gracias al judeocristianismo. Cierto que se han equivocado (nos hemos equivocado) muchas veces. Y muchas veces han pedido perdón. Pero ahí siguen, repartiendo comida a los más necesitados, o en misiones en los lugares más pobres, ayudando en adicciones, repartiendo alimentos y afectos y compañía entre los solitarios.

La Navidad, aquí, es católica o no es nada: un hueco en el calendario. La Navidad no es solo un anatómico «felices fiestas», sino mucho más. Engañarnos, negando la raíz cristiana de estos días, no es propio de gente ilustrada. Nietzsche escribió que la mentira más común es aquella en la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano. Feliz Navidad. No nos engañemos a nosotros mismos.