Media Verónica

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

JUAN CARLOS HIDALGO

19 dic 2021 . Actualizado a las 11:41 h.

El pulso de los días ya no viene y va como las olas. Se mueven con la ferocidad de los tsunamis. Con incursiones que arrasan la tierra. Las novedades y los giros de guion que antes producían movimientos pendulares sobre la percepción de un tema, ahora ponen en marcha catapultas. Verónica Forqué era el destello azul y cristalino de la comedia española. Pero pasó a ser la señora loca de los fogones. Y acaba de convertirse en la mártir que ha sucumbido a una televisión sin escrúpulos. Todos fueron juicios apresurados salvo el primero, que está apoyado por años y años de secuencias de cine que ya los quisieran para sí la mayoría de actores. Nos toca hacer un pequeño examen de conciencia sobre los linchamientos. Los anteriores y posteriores a la muerte de la intérprete, que de todo ha habido. Una manada primero denigró a la actriz. Otra, más tarde, condenó al programa de televisión. Y no son excluyentes entre sí, porque seguro que hubo aprendices de talibán que lanzaron piedras en las dos lapidaciones.

Como decía Alfredo Rubalcaba, «en España enterramos muy bien». Quizás deberíamos dedicarnos a hacer el viaje más confortable en vez de esforzarnos en colocar guirnaldas de colores para cada uno que cruza la meta. Convendría mejorar el pavimento del camino que nos lleva al cementerio en lugar de reservar esfuerzos para regalar la lápida más bella y el epitafio más sentido.

Media verónica es un lance de la tauromaquia. Por aquí somos más de vacas que de toros, me temo. Media Verónica, para muchos, es una canción. Triste. Nublada. De esas que duelen. Seguramente, lo que veíamos de Verónica Forqué no era ni media Verónica. Ni tan solo un cuarto.