Regalos de Navidad: ¿y si no le gusta?

José R. Ubieto PSICOANALISTA Y PROFESOR DE LA UOC

OPINIÓN

Martin Alipaz | Efe

17 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Como cada año, vuelve la Navidad, ocasión propicia para los regalos y en especial para los niños y adolescentes. En sociedades del bienestar como la nuestra (aunque ese bienestar no sea para todos), parece incluso una obligación y un rito social que nadie puede eludir. ¿Es inevitable? Tal vez, pero cada uno puede elegir sus modos de regalar. Recibir demasiados regalos es degradar el don —eso es un regalo, algo que se recibe del otro— a un objeto de consumo, y de paso se rebaja el amor, siempre presente en el don. Decía el psicoanalista Jacques Lacan que el amor es dar lo que no se tiene. Frase ingeniosa que recoge algo de ese saber popular que proclama que lo que importa es el detalle. Dar lo que no se tiene (la clave de la felicidad) es reconocer nuestra carencia y ofrecérsela al otro como un don. Como ese amigo o ese familiar que nos ayuda cuando lo necesitamos, aunque le cueste un esfuerzo. O, como el niño que entrega algo que ha hecho en clase como regalo para sus padres.

Un regalo no es un objeto y, además, la acumulación de regalos impide apreciar los detalles de cada uno y refuerza todavía más la insatisfacción. El capitalismo pulsional en el que vivimos nos propone su solución fácil: consumir hasta hartarnos, para olvidar la causa que nos guía en la vida. Como ocurre con su icono clásico, la Coca-Cola, basta que uno beba un poco para que la sed se renueve y se eternice. Siempre necesitamos más.

Algunas personas se agobian buscando el regalo que complazca al otro, otras creen que la solución pasa por poner demasiado énfasis en la utilidad, como si regalar fuese un deber del que lo hace y una necesidad del que lo recibe. Un regalo no tiene por qué ser productivo, basta con que alimente el deseo y permita imaginar y disfrutar de otra cosa, distinta a la rutina. Por eso vale la pena arriesgar un poco e intentar encontrar algo que no haga habitualmente: una excursión, una entrada al teatro, un taller de cocina... También puede ayudar tener presente lo que es particular del otro, que no siempre tiene que coincidir con lo que a nosotros nos gusta.

Para los que se inquietan y dudan demasiado, recordarles que satisfacer al otro es siempre muy relativo, algunos incluso prefieren quedarse insatisfechos o al menos mostrar algún signo en ese sentido, y otros logran convencernos de que les gustó. Eso, sin olvidar que hay personas que no quieren recibir regalos, por razones diversas. Por eso, mejor dejen siempre en lo que ofrecen su huella personal.

Y si quieren probar con un nuevo regalo, prueben con el objeto nada, un objeto que requiere para su disfrute, eso sí, tiempo y la compañía de alguien, dos ingredientes básicos. Quizás al principio el regalado se enoje, pero denle un poco de tiempo y comprobarán sus efectos.