Diciembre

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Madla Hartz

11 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el mes del Nadal, el que trae en su corazón la Navidad, el primero del invierno, el más declinante de todos los meses del año, que cierra el círculo que comenzó en enero y por donde transcurren, las cuatro estaciones escritas por Vivaldi en una sinfonía de nostalgias.

Llegó diciembre envuelto en fríos que huyen del norte polar, y en las nuevas formas, ciclogénesis explosivas, de llamar al temporal y a la galerna; llegó preludiando y anunciando el invierno cercano.

Y antes del solsticio de invierno que se asoma a esta parte de la tierra, en torno al día 21, para proclamar la inauguración de la nueva estación, los días comienzan a caminar buscando el sol y crecen paulatinamente las tardes, «a pisada dunha galiña». Sucede cuando en toda la cristiandad celebramos, el 13, la fiesta de Santa Lucía y las adolescentes suecas ciñen sobre sus cabezas coronas, diademas, florales con velas encendidas en la fiesta de la luz, y desfilan en procesión mientras los muchachos reparten bollos de trigo con azafrán (lussejkarter) y sabrosas galletas de jengibre (pepparkakor).

En Italia un popular refrán subraya que los días comienzan a crecer y la sabiduría popular asegura la duración del día encerrado en este aserto Santa Lucía é il giorno piú corto che ci sia.

Siempre han sido de mi agrado las celebraciones de la luz que, al fin y al cabo, son las fiestas de la esperanza de un tiempo nuevo que viene precedido por las nieves invernales de Escandinavia, donde la noche luminosa es transparente.

Diciembre huele a tahona y a mazapán, huele a infancia ida y a ese aroma agridulce de la melancolía.

Son, según la escritora Virginia Woolf, los sonidos de diciembre en una noche de invierno.

Diciembre es un anuncio continuo que precede a la gran noche navideña, en la que los regalos que el gordo Santa Claus, deja junto al árbol en la noche azul de todos los niños de occidente, son la fiesta más madrugadora que compite con los ancianos Reyes de Oriente en viaje permanente desde el mundo de lo sueños, recordándonos que esa noche vino al mundo en un humilde portal, en Belén de Judea, el hijo de Dios.

Llegó diciembre en el corazón de una panxoliña, de un villancico que cantan junto a una esquina, miembros del ejército de salvación como en un cuento británico de Navidad que la niebla coloca en el baúl de la memoria colectiva. Diciembre.