El amor y Almudena

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

FERNANDO VILLAR | Efe

01 dic 2021 . Actualizado a las 09:21 h.

Voló por las redes el poema de amor que Luis García Montero le dedicó a Almudena Grandes, ese que acaba «pues todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte». El duelo general por la muerte de la escritora, esa perplejidad inevitable resumida en el tintín del aviso del teléfono, determina el alcance exacto de lo que algunos artistas son capaces de provocar. De Grandes creo que enganchaban todas sus certezas, subrayadas por esa voz rota y ese moreno, su ser de izquierdas, su contundencia, su afán por levantar las toneladas de basura y medias tintas y desmemorias que desordenan nuestro pasado que es presente, y esa coincidencia de su legión de amigos en proclamar que era sobre todo una buena tipa. Y enganchaba muchísimo su historia de amor, que nos llegaba con tanta certidumbre como lo demás, y que el día de su muerte su marido compartió con los que se quedaban para ponerle palabras a nuestra propia historia de amor, «por debajo de todo lo que amé, yo te estaba esperando».

Sus amigos empuñaron libros en el cementerio civil de Almudena, porque hasta ayer mismo los curas expulsaban de sus camposantos a los suicidas, a los rojos, a los disidentes, a los librepensadores, a los judíos y masones. En el civil de Madrid, la República derribó el muro que separaba a los católicos de todos los demás, pero Franco volvió a levantarlo, bien arriba, bien grande, bien uno.

La muerte de Almudena Grandes le ha puesto palabras conocidas al amor, el amor que no existe si se va la admiración, el amor que García Montero condensó en La ausencia es una forma de invierno, porque la ausencia te deja tan helada como un arisco mes de marzo en el que te preguntas cómo alguien se despide de un amor así.