¡A por ellos!

OPINIÓN

Mariscal | Efe

08 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante miles de años, la vida política y social se caracterizó por ese grito de guerra: ¡a por ellos! Era imposible entenderse con los grupos rivales, simplemente eran los enemigos que vencer y conquistar. Fuimos aprendiendo muy lentamente que esa manera de hacer las cosas no era buena para la supervivencia, de tal manera que avanzamos hacia la coexistencia: grupos étnicos y culturales muy diferentes eran capaces de vivir en un mismo territorio meramente yuxtapuestos, sin entremezclarse y con solo relaciones mercantiles. Un paso más en el camino del progreso social y logramos convivir; es decir, logramos minimizar aquello que nos separa, maximizar lo que nos une como seres humanos y desarrollar estrategias de cooperación, siendo capaces de pactar unas leyes que no solo no entorpezcan todo eso sino que lo favorezcan de manera decisiva.

Se puede decir que esa dinámica cogió velocidad de crucero a partir del grito revolucionario francés de «libertad, igualdad y fraternidad», en donde lo crucial es lo último —la fraternidad— porque es el fundamento para los otros dos y la argamasa que los une. Cierto que todavía quedaba mucho camino. La declaración de derechos humanos de 1948 fue el aldabonazo decisivo. Y por lo que respecta a España, la Transición democrática y la Constitución de 1978.

Este camino exige un esfuerzo muy grande y permanente para perseverar en él, no se hace de una vez para siempre. Por desgracia, desde hace unos pocos años se viene haciendo una tremenda e irresponsable labor de demolición, de tal manera que la fraternidad se ha resquebrajado y hemos regresado a épocas pretéritas que creíamos absolutamente superadas por el progreso moral y político. El resultado es que la convivencia se ve cada vez más amenazada, la agresividad aumenta, y el desprecio a las normas y a las instituciones que facilitan esa convivencia son la tónica dominante. Así no vamos nada bien. Estamos a tiempo de volver por el buen camino. Nos lo recordaba Jordi Sevilla hace unos días en la Fundación Pablo VI.