Pisos patera para estudiantes

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

07 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Son un clásico que lleva décadas. Hay viviendas que no sé cómo las enseñan. Los propietarios no se gastan ni un euro en arreglarlas, en adecentarlas. Algunos no saben lo que es la dignidad. Buscan negocio y punto. Su meca es la rentabilidad con una cara de cemento armado. Santiago sigue siendo la capital de los estudiantes y de los pisos patera que les ofrecen. Pero sucede en todas las ciudades gallegas donde hay campus. Encima, la especulación ha ido a peor al menguar la oferta. Muchos inmuebles se dedican a apartamentos turísticos, donde también se cometen tropelías. Esta circunstancia multiplica los casi trasteros que se convierten en posibles lugares de alquiler para el confiado chaval que llega a la ciudad, nido de piratas, para hacer carrera. 

El episodio que les sucedió en octubre a esas chicas de Santiago es intolerable en el siglo XXI. Pero no es muy distinto a lo que viene pasando desde hace décadas, solo que antes no teníamos móviles para grabarlo al momento y sacarle los colores al dueño del techo descapotable. Contaron que se salvaron por milésimas. Recuerdo escenarios de película de terror. Algunos porque vivían amigos, y otros porque pasé temporadas yo mismo. Se me aparece una bañera, en medio de una especie de cuarto de baño, en la que te metías y tardabas en descubrir que de la pared, a la altura de la cabeza, junto a la bañera, salía una goma verde que era en realidad un trozo de manguera que estaba dentro de una especie de tubo. Era la ducha, con un hilo de agua tibia. Si hubiese tenido un móvil entonces, el selfi hubiese marcado tendencia.

Recuerdo un cuarto en el que el armario era un gigante añoso, con aspecto de féretro inmenso. Dadas las dimensiones de la habitación, solo quedaba sitio para una cama plegable con las medidas justas para que pudiese dormir una hormiga. Por supuesto, al abrir la cama el armario quedaba precintado. Imposible abrir las puertas con la mini cama extendida.

Hay que hablar del frío. En muchos de estos pisos de ahora, y de antes, preguntar por la calefacción es una broma. No existe. Así se ahorra en luz. Ahorra en luz el propietario, claro. Los estudiantes nos congelábamos. Y se congelan. Unos chavales de Erasmus del Este en un piso de A Coruña pasaban más frío en ese inmueble que en su país natal, donde las temperaturas caían por debajo de los diez grados.

Mejor no recuperar la gama de sofás, y lo sucedido en ellos, que uno tiene en la memoria, o nos llevaría al diván de un psiquiatra. Recuerdo aquel anuncio de terraza con vistas. Cómo nos ilusionó aquella terraza, hasta que descubrimos que las vistas eran a un muro que medía casi metro ochenta. O aquel otro piso cerca de la catedral que tenía tanta humedad que te permitía patinar sobre sus baldosas durante gran parte del año. Todas estas tropelías, que pasaron y pasan, no exculpan a los que las siguen cometiendo solo para exprimir a las familias de los chavales y llevarse ellos un beneficio mayor por un local que no lo alquilaría, si pudiera evitarlo, ni un can.