Una dura infancia incluso en Marbella

David Suárez Alonso
David Suárez CINCO UVES DOBLES

OPINIÓN

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01 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la cosmopolita Marbella, esa que promocionaba Jesús Gil desde un jacuzzi rodeado de unas cuantas chicas en bikini, el niño del que todo el mundo habla podrá formarse en un buen colegio privado. Coincidirá con los herederos de los que participaron en el desfalco de la operación Malaya y de multimillonarios rusos que, curiosamente, deciden instalarse en España. Ese niño aprenderá rápido que lo importante en esta vida son las fiestas con botellas de champán que superan los mil euros, los armarios con más pares de zapatos que días tiene el año y los paseos en yate del fin de semana. Y si nos traen el cáterin en dron a alta mar, pues mucho mejor. ¿Es necesario que siga? ¿Son suficientes tópicos? Reducir Marbella a corrupción, mafia rusa y brilli-brilli es una pamplina tan innecesaria y fuera de lugar como la de la Galicia profunda. Y dejémoslo así. Porque me inquieta esa otra realidad de la que habla el auto. La de ese y tantos niños atrapados en las batallas legales de sus padres. Los menores del «te juro que no lo volverás a ver» y del «denúnciame si quieres». De abuelos que entregan a sus nietos como si fueran paquetes de Amazon en gasolineras o aparcamientos de centros comerciales porque los padres no pueden ni verse. Maletas siempre hechas, cambios de casa y dónde me toca hoy. Niños que deben asimilar rápido que la palabra hogar tiene plural y que nunca saben qué pueden contar de lo que ocurre en la otra casa. Los niños del «pues dile a tu padre/madre que...». Cualquier detalle es materia prima para un reproche. Una nueva sudadera puede desatar la guerra. Da igual que sea porque le toca pagar al otro o porque uno de los padres siempre le consiente todos los caprichos. Pero hay lío seguro. En su casa come fatal, lo deja todo el día viendo la televisión, allí se acuesta muy tarde, si quiere que hagas deporte que te lleve, las esperas en extraescolares solo me las como yo, durante el año no le hace caso y ahora se lo lleva una semana de vacaciones... Todo es tierra quemada. Y esos pequeños de pies de plomo van creciendo entre información sesgada, mensajes que nunca deberían oír y acciones por despecho. Vivir entre trincheras, una infancia que no le desearía a nadie.