
Limitaron la publicidad del alcohol. Y fue una mentira gigantesca. El alcohol tiene barra libre en este país, nunca mejor dicho. Vaya por delante que respeto a todos los que viven del sector (vital para la economía) y a los que saben consumir con moderación y disfrutar de un placer en su justa medida. Pero creo que los abstemios están perseguidos, cuando tenían que merecer el máximo respeto y, en muchos casos, un aplauso.
Los que beben sin freno no soportan a los que no lo hacen. Y la toman de forma especial con los que directamente no beben nunca. La empatía no es una de las virtudes de una persona que lleva unas copas encima y al que ya se la traba la lengua, o se le lengua la traba. No tiene cintura una persona que ha dejado de serlo para convertirse en esa canción: litros de alcohol corren por mis venas.
No son flexibles. Son tiránicos. Quieren convertir a todos a su dictadura. No se dan cuenta de que tal vez sean ellos los sometidos a la tiranía de los grados de alcohol. Más de uno por seguir por un camino que no lleva a ninguna parte, pasándose en el consumo diario, saltándose lo razonable, debería de asistir a alguna reunión de alcohólicos anónimos para recibir una lección a tiempo. Pero no, son ellos los que se las dan a los demás. Sobre todo cuando están calientes, subidos ya a unas cuantas copas de más.
Cuando alguien no quiere tomar nada, o pide un agua o una bebida gaseosa, es como si le pisases un callo al que bebe. Como si lo ofendieses. Empiezan la monserga esa que dice que no se fían de los que no beben. Eso es una leyenda urbana, pura literatura trasnochada, humo de películas en blanco y negro. No te fíes de alguien que no beba ni fume, reiteran. ¿No será al revés? El abstemio y el no fumador van ganando, por lo menos en cuidarse. Es de justos reconocerlo. Los que no beben son gente estupenda. Sana. Ellos sufren desde la primera caña en una reunión el acoso por no probar el alcohol. Y si tomas una cerveza cero es que estás enfermo. «¿Te pasa algo grave?», se atreven a preguntarte. Raffaella Carrá, ejemplo de energía vital, aunque fumaba, decía que jamás bebía porque quería ser plenamente consciente de cada segundo de su vida. Sentirlo todo. Gonzalo Caballero, el líder del PSdeG, escandalizó a muchos cuando dijo en una entrevista a Jorge Casanova en La Voz que «en mi vida he tomado un cubata». Parecía que había declarado que en su vida se había tomado un bocata.
A veces tienen que ser unos valientes para decir, especialmente en grupo, a un camarero: «Quiero un agua, sin gas, por favor». Salta el escándalo con la petición de la consumición sin alcohol. Es como si el abstemio del grupo hubiese sacado una recortada en la terraza y se dispusiese a abrir fuego sin control contra los clientes. Por pedir un agua sin gas. Pecado mortal, Tenemos aquí un abstemio. A la hoguera. Cuánto nos gusta a los españoles intervenir en la libertad de los demás. Bebe agua, porque le gusta el agua. Toma una bebida refrescante sin alcohol porque le sabe bien. Porque la disfruta. No todo el mundo necesita los gin-tonics para crecerse, para venirse arriba.
No hace daño a nadie y no se hace daño a sí mismo.