Mentiras desde Singapur

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

DADO RUVIC | Reuters

06 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El viernes alguien envió un SMS. Menudo susto. Los SMS son los nuevos certificados de correos, con ese membrete amarillo que anticipa una carta de Hacienda que no esperas o una multa de tráfico que no te mereces. Es cierto que algún amigo resistente insiste en mandar SMS con una obstinación encantadora que evoca a la de los escritores de cartas, pero en general nadie de carne y hueso envía ya SMS. El del viernes, efectivamente, entrañaba un mal presagio: «Su cuenta ha sido bloqueada por razones de seguridad. Pulse en este enlace». Nadie firmaba la indicación, pero era tan resolutiva como inquietante. Consultados los amigos de WhatsApp, la sentencia fue inequívoca. No pulses, borra y olvídate. Alguno sabía, incluso, que el mensaje había sido enviado desde Singapur, en un ataque organizado contra dos entidades bancarias. Lo de Singapur, qué duda cabe, le daba dimensión al incidente. Y misterio. Así que borré y seguí, pero enseguida añoré la certeza de las libretas bancarias y el tacto físico del papel. Incluso añoré la seriedad concluyente de las cartas que te enviaban los bancos. En aquel SMS todo era mentira: ni el mensaje era del banco, ni la cuenta estaba bloqueada, ni el enlace era la solución, sino un interruptor para que me desplumaran en un click, pues el dinero tampoco es dinero, sino un apunte digital que ahora está y ahora no está, nada por aquí, nada por allá.

El lunes se cayó WhatsApp. Seis horas en las que los amigos y los compañeros de trabajo estuvieron missing. No sé a dónde fueron a parar los millones de conversaciones perdidas, qué pasó con las citas a las que nadie acudió, qué fue de las rupturas que no sucedieron, de las urgencias que se atendieron. Esas seis horas no existieron. Cómo se añora la certeza de lo físico.