Superdiseminando virus

Antonio Salas Ellacuriaga GENETISTA Y PROFESOR DE MEDICINA DE LA USC

OPINIÓN

David Arquimbau

03 oct 2021 . Actualizado a las 07:57 h.

A estas alturas de la pandemia ya no supone un reto académico hablar de supercontagiadores; la evidencia sobre su función es ahora aplastante y ampliamente reconocida por la comunidad científica. Pero esta nota no repara en este tema, sino en la etimología del término y de otros relacionados. Vaya por delante que no soy ni filólogo ni epidemiólogo, por lo que, después de haber redactado estas palabras, he procedido con la razonable prudencia a consultar con especialistas autorizados, a los que agradezco los aciertos; los errores son solo míos. 

Pues bien, en la lengua del ilustre Shakespeare se desconoce el verbo contagiar (sí utilizan contagion [nombre], contagious [adjetivo] y contagiously [adverbio]); por tal motivo, el británico se ve en la necesidad de decir spread the virus -literalmente se traduciría como diseminar el virus- u otras expresiones equivalentes (pass on, transmit, infect). También usan el verbo disseminate, aunque el Cambridge Dictionary invita a los angloparlantes a su utilización preferentemente en el contexto de la diseminación -a mucha gente- de información, ideas, etcétera.

En la lengua de Cervantes frecuentamos el verbo contagiar (RAE: transmitir una enfermedad a alguien; del latín contangere). En cambio, nuestro diccionario académico nos indica que diseminar, en su primera acepción, significa esparcir (RAE; del latín disseminare); originalmente este verbo hacía referencia a la acción del que sembraba cereales a voleo, esparciendo las semillas en todas las direcciones (dis-: separación en diversas direcciones; semen, seminis: semilla).

Empleamos también con frecuencia infectar (RAE: dicho de algunos microorganismos patógenos, como los virus o las bacterias; del latín infectare); el peso de la acción con este verbo parece recaer más sobre el patógeno, y en menor grado sobre la persona potencialmente infecciosa. Así, consideraríamos más apropiado hablar de que una persona contagió o infectó a otra; pero nos parecería un tanto osado decir que la diseminó.

Con todo ello, la pandemia nos ha iluminado nuevas fórmulas tanto de lenguaje coloquial como, también, del especializado. Con relativa asiduidad son los académicos y las propias instituciones (a través de escritos oficiales) los que introducen modernos y originales neologismos en nuestro acervo lingüístico; tal es el caso del original superdiseminador (aunque este término no cuente todavía con una exitosa cuota en Google Trends) como alternativa a supercontagiador; considerando lo anteriormente expuesto, yo me inclinaría por superpropagador o superdispersor.

A menudo este tipo de préstamos lingüísticos tienen buena acogida entre la población y se viralizan porque suenan como muy frescos (perdón, me dejé diseminar por el anglicismo cool).

Pues nada, después de esta breve y efímera reflexión, permítanme sugerirles que no olviden supervitaminarse y mineralizarse (Super Ratón et al. Nostalgia de los 80)… ¡Qué los tiempos están supercomplicados!