Oh, Stanny

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

JASON SZENES|JASON SZENES

27 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Fuma, pero hubo un tiempo en el que eso no importaba. O sí, pero qué más da. Se volvió un poco loco cuando decidió vestir de blanco, pero es que con los cisnes uno nunca se pasa. Aunque quince años de rechazo no son una fase, sino un estilo de vida, nunca, jamás, se ha amargado. Lo único ácido en él son sus comentarios. Porque juzgamos, ese es nuestro hobby. Otras personas hacen manualidades, pero nosotros juzgamos.

Tiene una debilidad por la ropa interior de altísima gama. Y está ahí todas y cada una de las veces que hubo que volver a unir los pedazos rotos. A pesar de que había dicho que no volvería a limpiar el desastre por cuarta vez al inicio del capítulo 1. Echa la bronca cuando hace falta, pero quiso igualmente (quizá la única vez que no juzgó) a pesar de que la conoció cuando llevaba zuecos.

Fue quien la sacó de su encierro voluntario solo enseñando una foto en la sección de estilo del New York Times de un diseñador de muebles en la treintena que era hetero. Y le dijo que pidiera el descuento para diseñadores. Y cogió la tarjeta de visita de una mano en shock para romperla en pedazos cuando en una calle cualquiera dejó de ser una persona para ser reducida a una fábrica de óvulos. En ese gesto tan trivial como potente quedó claro: Stanford Blatch, el caballero gay desconocido, es el ideal de amistad que todas perseguimos. Oh, Stanny. No sabes lo que te echaremos de menos.