Existen tópicos que, debidamente combinados con puros embustes, son capaces de crear una realidad alternativa. Una reinvención del pasado que acaba generando una posverdad que, a efectos prácticos, se convierte en una realidad más real que la realidad misma. Una de esas fake news sobre el pasado es la que dice que todo ese procés interminable, que según el Gobierno está muerto pero que en realidad sigue de parranda, se debe a una única cosa: a que Mariano Rajoy ignoró las reclamaciones de Cataluña cuando le fueron planteadas, y su desprecio y su negativa a hablar siquiera de lo que le demandaban provocó, como respuesta a esa prepotencia, que los independentistas dieran el salto de exigir primero un referendo y de celebrarlo después de manera ilegal.
A ese relato ya casi oficial del don Tancredo altanero que no quiso escuchar y provocó por ello la reacción virulenta -asumido ya incluso entre correligionarios de Rajoy-, los reescribidores de la historia contraponen la sensibilidad y la inteligencia política de un Pedro Sánchez que ha sabido escuchar a los catalanes, que tiene un plan para Cataluña y que les ha hecho a los secesionistas una propuesta que desactiva la reivindicación del referendo y la independencia. Hasta aquí, el cuento. Ahora, la realidad.
El 20 de abril del 2016, Rajoy recibió en la Moncloa al presidente catalán, Carles Puigdemont. Hablaron durante dos horas y media. Más que Sánchez con Aragonés. Puigdemont le entregó a Rajoy una lista con 46 exigencias. Una de ellas, la celebración de un referendo de independencia. Lejos de despreciar esas peticiones, Rajoy se mostró dispuesto a negociarlas todas, excepto el referendo, por ser inconstitucional. Encargó de hecho a sus ministros un informe para dar una respuesta «financiera, competencial y jurídica» a todas las demandas de la Generalitat. La entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría se comprometió incluso en sede parlamentaria a negociar todos los puntos de esa lista, excepto el 46, el del referendo. «Sobre lo que somos el conjunto de los españoles deciden el conjunto de los españoles», dijo. Lo que siguió, desgraciadamente, ya lo conocen ustedes.
Pero resulta que cinco años y dos referendos ilegales después, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reúne con el de la Generalitat, Pere Aragonès. Y su genial propuesta, la que va a solucionar para siempre el problema catalán, es recuperar aquellas 45 medidas -una se ha debido caer por el camino-, bautizarlas como «agenda del reencuentro» y decir que está dispuesto a negociarlas todas, pero no el referendo, porque es inconstitucional y porque «lo que sea de España tendremos que decidirlo todos los españoles». ¿Les suena? Y la respuesta de la Generalitat sigue siendo la misma matraca: referendo e independencia. La única diferencia es que los independentistas no responderán ahora con la sedición y el referendo ilegal. Y si no lo harán es precisamente porque, cuando lo hicieron, Rajoy -con apoyo de Sánchez- les aplicó el artículo 155 y la Justicia los llevó a la cárcel. Por lo demás, la vida sigue igual.