Los pesados de «tómate una más»

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

ANA GARCIA

19 sep 2021 . Actualizado a las 19:33 h.

Es un clásico español. Un grupo sale de copas y siempre están los turras que no te dejan ir nunca. Son capaces de atarte a una farola cuando haces el primer ademán de marcharte. Siempre hay uno o una que es especialmente cerril en su empeño de detenerte en tu fuga. Te obliga a convertir una simple marcha, un hasta otro día, en una escapada. «Cómo te vas a ir ya si queda mucha noche».

Sucede también en las comidas familiares. En los encuentros de trabajo. En reuniones de todo tipo y moral. De peñas, de equipos de fútbol, de antiguos amigos. El covid no ha dejado nada bueno. Pero la limitación de los encuentros grupales y el toque de queda horario por las noches, que tanto ha dañado a un sector clave en este país, el del ocio nocturno, ha sido un alivio para no sufrir a los pesados que siempre te hacían sentir culpable porque no querías beberte también el agua de los floreros. Porque no querías seguir bebiendo como si no hubiese un mañana. Porque te gustan los chupitos y no las copas. Porque en todo caso saboreas un gin-tonic y no quince gin-tonic. Porque te gusta tomar una caña tan ricamente y no chuparte doscientas cañas, tragarte entera una piscina de cerveza. Odias que cada noche sea una transfusión de alcohol en vena. 

La línea roja de la una de la mañana nos ha sentado de maravilla a muchos. Hemos descubierto que no ganábamos nada cerrando los bares. Que no tiene sentido no acertar con la llave al llegar a la puerta de casa. Que era también un follón invertir tanto tiempo intentando abrir el portalón del garaje con la llave de la vivienda, en vez de con el mando a distancia. Que no tiene ningún sentido levantarte al día siguiente como si te hubieses quedado dormido dentro del camión de la basura, justo en el momento en el que el camión usa la trituradora.

Hemos descubierto las mañanas, esa luz espléndida que estalla en verano. Hemos llegado a un nuevo continente: ese montón de horas tempranas en las que parece que los minutos son más flexibles y dan más de sí. Un continente matutino abierto a llenarlo con contenidos estupendos: leer, caminar, desayunar lento, conversar sabiendo lo que dices y no hablando de la disparatada mano del alcohol.

Feijoo y su límite horario ha sido la disculpa perfecta para pirarte, para cargarte al vampiro que ya no hay en ti. No necesitas darle la vuelta al reloj y llegar a casa a las siete de la mañana de antes del covid. Nos hemos librado de la turra con el tómate otra, hombre, la penúltima, la última... Y esa cantinela que te obligaba a desaparecer con un regate en silencio entre el cruce de dos calles para que te dejasen en paz. Igual que bajaste porque quisiste, te quieres ir cuanto te apetece o has tenido bastante.

En este país todo lo peor se hace en grupo. Las noches de copas gregarias son una pesadilla. Sí, si me quiero ir, igual es porque ya me estoy aburriendo.