Nirvana

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

29 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo depende del contexto. Del background. Y de la mirada. Nirvana. Para cierta parte de la población de San Francisco, fue el objetivo a alcanzar en aquel verano del amor del 67. Para los recién llegados de Oleiros, un bonito parque con vistas. Para otros oleirenses más veteranos, era un puticlub que acabó legándole su nombre a una curva y luego a un parque. Para millones de personas, un grupo que resucitó el rock con Nevermind. La portada de este álbum es icónica. Un bebé desnudo en una piscina tratando de pescar un billete de dólar que cuelga de un hilo de pesca. El niño, Spencer Elden, fue creciendo. En cada aniversario redondo del lanzamiento de Nevermind se fotografiaba imitando la instantánea de su tierna infancia, pero con bañador. Ahora, ya talludito, denuncia a Nirvana por pornografía infantil, pasando por alto que fueron sus padres los que cobraron por esa foto. Pero Elden da un volantazo en plena autovía. Aprovecha que la moderna censura cubre cuerpos al margen de cualquier consideración artística (le pasa a la vecina del cuarto y al genio renacentista italiano). En diferentes redes se devoraba la noticia, pero en muchos casos tapando el pajarito del niño de la portada. El que vea algo provocativo o sucio en ese bebé sumergido tiene un problema, y ese problema no es precisamente el niño flotante. Pero es cierto que, últimamente, allí donde la desnudez es la amenaza, la crudeza campa a sus anchas. Las mismas plataformas en las que se encuentran con facilidad vídeos de ahorcamientos y lapidaciones eliminan un pecho al aire sin casi dar tiempo al parpadeo. Falta contexto. Falta mirada. Falta background. Un poco de Nirvana. Y de nirvana.