Afganas

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

SHAMSHAD NEWS

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La peor de las máquinas del tiempo está centrifugando Kabul. No hay sonrisas ni fotos saboreando helados ni palabras amables que disimulen la negra sombra de los talibanes. Los guerrilleros posan como instagramers, como si así consiguieran abrillantar el horizonte. Pero, una vez más, las que quedarán fuera de plano son ellas. Que nadie se equivoque, destacar el drama infinito de las afganas no supone olvidarse de todos los que están amenazados en este país. Claro que hay millones de personas en riesgo, porque han sido marcadas por su activismo, su afinidad política, su orientación sexual o su historial laboral. Pero las mujeres no cuentan ni con el escudo de la mentira, no tienen ni la posibilidad de enmascararse. Son mujeres, no le cuentes más historias a los talibanes. Son sucedáneos de seres humanos y las catalogan automáticamente como material de serie B. Propiedades desechables. Sin derechos, a la espera de lo que digan los presuntos eruditos radicales para que se concrete hasta dónde llegará su nivel de opresión. Otra cuestión es que las mujeres reciban una penalización extra si han ejercido como abogadas, si han ido a la escuela o a la universidad, si han mostrado su pelo en público o si han jugado al fútbol. Porque un leve flirteo con aquello que para gran parte de la humanidad es la vida normal es un crimen en potencia cuando se trata de ellas. Pero la terrible verdad es que, para el nuevo régimen afgano, están condenadas por naturaleza desde que nacieron. Y, por cierto, a ellas poco les ayudan los que han disculpado la imposición de niqabs y burkas con discursos multiculturales supuestamente progres y los que estos días invitan a las feministas a viajar a Kabul. Lo cierto es que a ellas no las ayuda nadie ya.