La tele de verano ya no es lo que era. Asumámoslo. Cambia, todo cambia, como dice el tema de Mercedes Sosa que en varias ocasiones ha servido de banda sonora en Cuéntame cómo pasó.
En el recuerdo quedan aquellos veranos interminables pegados a la televisión viendo una programación destinada al público infantil y juvenil, pensada para los adolescentes nacidos entorno a la década de los ochenta. Asumámoslo, ese pasado es otro mundo, con poco o nada que ver con el actual. Tampoco nosotros, para qué negarlo.
Ya no sale la vaquilla del Grand Prix, con un Ramón García que demostraba en prime time que lo suyo en la tele es oficio, y que dominaba el medio con un programa de entretenimiento familiar de los que ya no quedan casi. Una se sonríe al recordar que con ese programa se aprendía hasta algo de geografía con los pueblos que concursaban cada semana, cuando no existía la opción de preguntarle a Google donde está Benamejí (en Córdoba).
Sí, aquellos de entonces, somos otros, más viejos, más cansados, parafraseando ahora a Ismael Serrano en la canción Recuerdo.
Pero asumámoslo, la tele en abierto en verano deja pocas opciones más allá del cine y algún programa con el que experimenta. La televisión ahora descansa cada vez más en vacaciones.