¿Quién puede secuestrar un libro?

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

19 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo la buena costumbre de anotar en mis cuadernos, tan caóticos como la propia realidad, noticias extra/ordinarias que aparecen en nuestro periódico. Hoy, procurando asunto para mi columna, me encontré con una nota que llamó mi atención. El titular de La Voz de Galicia era este: «Miguel Boó acusa a la Diputación de Pontevedra de secuestrar su libro La mala prensa del eucalipto». Se trata de una tesis doctoral publicada por la Diputación de Pontevedra en el año 2015. Un trabajo científico calificado con sobresaliente cum laude. El presidente del tribunal universitario que juzgó su tesis fue el prestigioso profesor Fernando Ramos, presente también en la rueda de prensa en la que el autor de La mala prensa del eucalipto profería su gravísima denuncia. Yo imagino que todo esto es una broma. Hasta creo que podría asegurarlo, porque no entra en mi cabeza que la Diputación de Pontevedra, desde que arribó a su gobierno el bipartito PSOE y BNG, aborde estos asuntos. Una broma, insisto. Lo que pasa es que la Diputación se defendió. Faltaría más. Dijo que había dado orden un año antes para distribuir ese libro. Y yo colijo que los cinco años restantes (publicado en el 2015) le dan la razón al autor, que dice eso de que han secuestrado su libro. Situación imposible, reitero.

Algo se me ha perdido en toda esta historia que es inasumible en ningún Estado democrático, y mucho menos en un gobierno de progreso (el resto son gobiernos de regreso) como cualquiera que comande la coalición PSOE y BNG. Aunque del PSOE nada se habla en la denuncia. Dice el autor del libro que el área de cultura la gestiona el BNG. Y eso me ratifica aún más en mi criterio: todo se trata de una broma. No conozco ningún partido menos sectario, ni más tolerante, que el BNG. Secuestrar un libro es peor que quemarlo. Es decir, confirmas que existe pero que no existe, un oxímoron impracticable. Todo esto me retrotrae a 1933 y las piras salvajes en Alemania. O a 1936, en A Coruña, cuando Falange Española hizo lo propio: quemar libros arrancados de las bibliotecas de Casares Quiroga o del Seminario de Estudos Galegos o de las asociaciones culturales obreras y republicanas. Años después, en Argentina, a partir del golpe de Estado de 1976, los intolerantes quemaron hasta a mi amado Borges, que en su juventud había escrito un libro titulado Los salmos rojos, muy de izquierdas, del que poco se sabe. También ardieron García Márquez, Proust, Neruda, Vargas Llosa o Cortázar. Y ya no entro en el fanatismo del Estado Islámico, que en el 2015 quemó más de ocho mil libros. Estas situaciones son impensables en cualquier lugar de cultura avanzada. Y mucho menos en un gobierno, reitero, de progreso. Por lo tanto, voy a anotar en mi cuaderno que la noticia que apareció en La Voz de Galicia el 30 de junio del 2021 ha sufrido un error en su datación. Es un veintiocho de diciembre. No sé de qué año. Pero sí que estoy seguro de que se trata del día de los Santos Inocentes. Porque, ¿quién puede secuestrar un libro? La respuesta no voy a darla. Mis lectores, sin duda, sabrán contestar.