Con respeto y emoción... Caballero del honor». Lo que es la vida. Y el fútbol. Unas grabaciones hechas a desmano al ser superior y divulgadas urbi et orbi acaban de hacer trizas el sentido literal del himno merengue. «Gran estafa», «muy corto», «loco», «imbécil», «anormal», «tolili» o «jeta» son algunos de los amorosos calificativos que el presidente madrileño le ha dedicado a algunas de sus más lustrosas glorias: Raúl, Casillas, Ronaldo o Coentrao, principales figuras del santoral blanco de los últimos decenios, vilipendiados de buenas a primeras por quien les ha acogido en su seno. Incluso el mismísimo marqués Del Bosque, al que ha tachado de «zoquete». Aparecen todos a los pies de los caballos. ¡Qué tiempos aquellos en los que todo eran sonrisas y abrazos! Hay un viejo refrán que dice que el que guarda la lengua se ahorra angustias. Y hete aquí que al dueño de Chamartín se le ha deslizado la deshuesada por una pendiente y acabó en el fango. Muchas decepciones tuvo que sufrir para liberarla de ese modo, más afilada que un cuchillo, más venenosa que un diente de una cobra y más dura que el acero. En cualquier caso, los aludidos tampoco echarán el grito en el cielo ni les caerá de sorpresa al verse agraciados con tal volumen de epítetos. Se ofenderán lo justo, pues tienen más que ganar callados, mientras la ubre blanca siga dando leche. Buenas espaldas tiene el emperador merengue como para soportar el peso de los agraviados, pero quién lo iba a decir que desde su castillo de oro del Ibex 35 iba a sufrir un resbalón de tal calibre y meterse en las ciénagas de la maledicencia. Tantos años de señorío en el templo sagrado del balompié hispano para ahora darse de bruces con la vulgaridad.
Vaites, vaites con Florentino!