Cuba, la contrarrevolución del hambre y el covid

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Yander Zamora

16 jul 2021 . Actualizado a las 11:46 h.

Debe de ser cosa de la edad pero cuando oigo mencionar las palabras revolución, revolucionario o contrarrevolucionario se me ponen los pelos de punta. Y no es porque sea una persona inmovilista que cree que el statu quo no debe ni puede ser cambiado, sino que, por experiencia, sé que esas palabras acaban derivando en un baño de sangre. Nada es o debería ser inmutable, pero tampoco todos los cambios son para mejor. Como historiadora he estudiado algunos procesos que comienzan con protestas y levantamientos sociales contra gobiernos autoritarios y potencias ocupantes y acaban derivando en guerras civiles que no solo no logran el objetivo de hacer justicia, sino que agravan las penurias de la población al sustituir una tiranía por otra. También soy consciente de que sin movimientos de este tipo, y aún a pesar del alto coste que siempre conllevan, quizá no se hubieran producido los grandes cambios que nos han permitido evolucionar, al menos en Europa, hacia las democracias parlamentarias actuales.

Sin embargo, al escuchar el rancio discurso del presidente cubano Díaz-Canel, quien ha llamado a los «revolucionarios» a salir a la calle para afrontar a los contrarrevolucionarios que quieren destruir todo lo logrado por el régimen castrista, siento que es la enésima muestra de la rancia retórica de un gobierno anclado en lo sucedido hace más de seis décadas. La élite y su cohorte sigue aferrada al poder en una isla que no puede seguir viviendo bajo el engaño del triunfo comunista y la revolución mientras la gente se muere de hambre, por el covid u otras enfermedades que no pueden ser tratadas por falta de medicamentos. Las protestas iniciadas el pasado domingo en San Antonio de los Baños, las mayores en décadas, han sido sofocadas por una policía adepta. Pero es cuestión de tiempo que, ante el cierre de Internet, los ingeniosos cubanos encuentren otro método para convocar nuevas manifestaciones masivas. Y es que quizá la próxima revolución no tarde mucho ya.