Moción de censura a sí mismo

Miguel Tellado SECRETARIO GENERAL DEL PPDEG

OPINIÓN

R.Rubio.POOL

13 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La crisis de gobierno provocada por Pedro Sánchez este fin de semana es la huida hacia delante de quien ve cada día más cerca su salida de la Moncloa. Un paracaídas improvisado para contener las encuestas, que ya recogen la crónica de una muerte anunciada. Un cambio drástico en las caras más visibles del Ejecutivo, cuando hace apenas una semana juraba en prime time que su Gobierno estaba en plena forma y que los rumores de cambio eran entremeses de la prensa. La mentira es ya un tic rutinario en el presidente del Gobierno. 

En cualquier caso, por muy profunda que quieran hacer parecer esta reforma, no cumple ninguna de las demandas que llevan meses exigiendo la mayoría de los ciudadanos.

En primer lugar, no reduce su desproporcionado Gobierno. En la peor crisis sanitaria que se recuerda y a las puertas de una crisis económica sin precedentes, no parece de recibo mantener el Gobierno más caro de la democracia. No parece de recibo subir dramáticamente los impuestos, mientras el número de altos cargos y asesores bate todos los récords. No parece de recibo que mientras muchos españoles pierden su empleo y cierran sus negocios, Sánchez y sus 22 ministros vivan a todo tren a cargo del erario público.

Por otro lado, Sánchez tampoco le enseña la puerta a algunos de sus ministros más enfangados. Como Grande-Marlaska, quien hace tiempo que debió abandonar el Ejecutivo, acompañado hasta la puerta por la misma Guardia Civil a quien falto al respeto y al honor. Tampoco toca a ninguno de los ministros de Podemos, dejando claro que solo manda en una parte del Ejecutivo y que el supuesto Gobierno de coalición es en realidad un experimento fallido, dos gobiernos con intereses separados e independientes, que no suelen coincidir.

Pedro Sánchez ha demostrado que no solo es un político malo en lo profesional, sino también en lo personal, pues se desprende de quienes eran sus colaboradores más estrechos durante este tiempo. Este sábado ha cambiado a su número dos en el Gobierno y a su número dos en el PSOE, a siete ministros, a la presidenta del Senado y a su jefe de gabinete. Una autentica moción de censura a sí mismo. Lamentablemente, no ha forzado la única salida que mejoraría realmente la situación de nuestro país. La suya.

Es cierto que el vicepresidente del Gobierno sigue siendo el mismo desde hace semanas: Oriol Junqueras. Y esto no parece que vaya a cambiar.

Sánchez está convencido de que este ejercicio de gatopardismo político, cambiarlo todo para que nada cambie, puede darle algo de oxígeno de cara a la segunda mitad de la legislatura. Se equivoca. La cuenta atrás de su salida hace tiempo que comenzó. Y no hay cambio de cromos que pueda ocultar dos años de mentiras, gestión nefasta y síndrome de Estocolmo con los separatistas.