Paliza

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

10 jul 2021 . Actualizado a las 17:52 h.

Hay gente con vocación de verdugo. Los verdugos siempre tienen una inclinación natural a matar a poetas, brujas y personas, por lo general, caídas de una manera u otra en la indefensión. Y suelen ser especialmente voraces con el que no consideran igual. Además, es muy propio de los ejecutores cobijarse en la impunidad para asestarle el hachazo en el cuello a sus víctimas. Como si cuando descargan el golpe soltasen todas las amarguras que llevan acumuladas en su rincón más íntimo del alma.

Hay grandes dosis de cobardía en el hecho de sacarle la vida a un semejante escudándose en la ocultación del capirote, en la fuerza o en la manada.

Uno se acuerda de los verdugos cuando a un joven lo mazan a golpes y le quitan el aliento en cualquier calle escondida, amparándose en el anonimato que garantiza la oscuridad de la noche. O pillar a cualquier inocente en una esquina y atacarlo en grupo como hacen las fieras con el cervatillo desviado del control materno.

Es difícil saber dónde se ha podido criar gente así, a qué escuela ha ido, en qué mesa ha comido y en qué lecho ha dormido para llegar a saltarse la barrera de la humanidad y agredir a otro cuerpo como un saco inerte sin importar las consecuencias. «Para ser hombres dan pena», escribió alguien en algún renglón de mérito. Habría que pedir, de una vez por todas, la abolición del odio, como en su día se abolió la esclavitud. El derecho a no ser golpeado por otro, sea cuál sea la condición, el género, el habla, el origen, la tendencia, el pensamiento o la creencia.

¡Que nunca más nadie pueda creerse con el derecho a darle una paliza a un semejante!