Nerea

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

RAMON LEIRO

03 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nerea es una niña de cabellos dorados, ojos agudos, sonrisa ancha y viva. Tiene seis años y le encanta jugar. Es alegre como los días claros en los que el agua del mar invita a navegar. Es la imagen viva de la inocencia. De la noche a la mañana, a Nerea le salió un bulto en el cuello. La llevaron al pediatra y le dieron antibióticos, pero el mal estaba atrincherado y el tratamiento no daba en la diana. Sus padres, escamados de que no se redujesen los síntomas, insistieron, como insisten los padres con esa persistencia alimentada por un sexto sentido que alerta de males ocultos cuando los demás humanos ni los adivinan, y que para muchos puede parecer exceso de celo, y hasta excentricidad. Creen que deben hacerle una punción a la pequeña. Por suerte, se ponen pesados y, al fin, consiguen que se la realicen. Y hete aquí el golpe. Ese terrible dolor por dentro. El machetazo que rompe las ilusiones. De esos que te dejan sin dormir por las noches preguntándote por qué te tiene que tocar a ti. ¿Qué has hecho para merecerlo? ¿Qué culpa tiene una pequeña llena de ternura para recibir tamaño castigo? Con lo feliz que eras y con lo bien que estabas. Un sinfín de preguntas sin respuestas que solo se alivian con la cirugía para quitarle el dichoso bulto, que escondía un linfoma, esa condena que te cambia la vida de un día para otro. Nerea, a pesar de todo, sigue sonriendo y jugando con su hermana, de nueve años y embarcada en un mar de emociones aunque no sea del todo consciente y que va viendo a su compañera del alma perder sus cabellos rebeldes y dejar limpia su cabeza, a la que llena de besos salvadores. Una larga travesía de esperanza y de amor. Una lucha que un día acabará con un salto de alegría.