Llega el verano y con él muchos acontecimientos lúdicos y festivos. Algunos estarán limitados por las medidas sanitarias del covid-19. Otros, como los fuegos artificiales, no tienen limitaciones, salvo en las zonas de observación del espectáculo. Los fuegos artificiales son un regalo para los sentidos, especialmente para la vista que se llena de cromatismos efímeros sucesivos, acompañados de exclamaciones de admiración, sorpresa y buen ánimo. Hay que reconocer el arte de los maestros pirotécnicos que son capaces de lograr haces cromáticos de una gran belleza, simplemente mezclando pólvora y sales químicas, que al arder emiten radiaciones electromagnéticas visibles (colores). Otra vez la química. Sin ella no existirían los fuegos artificiales.
Según el tipo de elementos metálicos que lleven las sales, se obtienen colores distintos en los fuegos artificiales. Las sales de sodio producen colores amarillos, las sales de bario originan colores verdes, las de cobre dan lugar a colores azules. Las sales de estroncio producen color rojo. Las de titanio son las responsables de los destellos blancos y plateados. Las sales de calcio originan color naranja.
En el laboratorio se pueden identificar algunos metales por los colores que emiten al calentarlos en la llama de un mechero Bunsen, que son los mismos que se originan en los fuegos artificiales.