La vida es la aventura de surfear las olas del presente

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza EN VIVO

OPINIÓN

Rodrigo Sura

16 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Repasando la selección de poemas que mi hijo Álvaro ha hecho para su segundo libro, me encontré con algo que -aunque todos sabemos- no es malo recordar cada cierto tiempo: «Recuerda que la vida es la aventura / de surfear las olas del presente: / mañana es un truhan que tienta y miente, / ayer es una enfermedad sin cura». Estamos empeñados en juzgar la historia con los ojos, las filosofías, los intereses y los corazones de hoy, como si con eso pudiéramos modificarla y conseguir que el presente -¡ale, hop!- fuera a ser de repente distinto por ello. Y me temo que lo único que puede modificar el presente sin generar injusticias y enfrentamientos estériles es la decisión de cada uno de hacerlo día a día, de no volver a cometer los mismos errores. Cada uno en su entorno, poco a poco. El padrino de la promoción del 2014 de la Universidad de Tejas lo explicaba muy gráficamente a los recién egresados: si cada uno de nosotros fuese capaz de influir positivamente en la vida de unas pocas personas, y con esa actitud lograr que ellas a su vez hiciesen lo mismo con otras tantas, en muy pocas generaciones el mundo sería completamente diferente, porque la cadena habría alcanzado a un número equivalente a toda la población mundial en poco más de 100 años. Esa es la fuerza de los humildes. Pero tal parece que la influencia positiva no se logra a través de Twitter, y sin embargo, la negativa, la que encabrona, sí. E incluso, me temo que hay muchos más políticos que hayan cambiado para mal muy rápidamente la vida de un pueblo que otros que la hayan cambiado para bien en un plazo igual de corto. Por eso me agarro a mi tabla: mi familia, mis amigos, mis sencillas aficiones y, como soy afortunado, mi trabajo. Es posible que a muchos, empeñados en cambiar el mundo de un plumazo, les pueda parecer pequeña, pero les aseguro que es muy marinera. En esta época de olas bravas, de mares vitales encrespados, en la que no podemos pretender quedarnos en tierra, porque aunque no queramos estamos todos en el agua -y muchos con ella al cuello-, tenemos que ser capaces de surfear lo que ha venido con paciencia, recordando que casi siempre, los que se ahogan son los que pierden la cordura y el temple. Escapar de las rocas y de los cantos de sirena que, muy probablemente, nos lleven al naufragio. Mantener el rumbo, aunque sea con un compás sencillo, buscando el puerto refugio, sabiendo que vamos a terminar arribando a un sitio distinto del que partimos, y aprovechando este viaje que nadie escogió para dirigir nuestra tabla -la individual y la común- a un lugar mejor que aquel del que venimos. Más justo, más seguro, más solidario, menos desigual, más ecologista, con más futuro. Aunque nadie puede predecir el futuro, probablemente eso sí que nos permitiría dejar a nuestros descendientes un mundo menos turbulento.