Libertad de expresión, entre las fauces del poder

Claudia Luna Palencia
Claudia Luna Palencia POR LA ESPIRAL

OPINIÓN

REPORTEROS SIN FRONTERAS | Europa Press

04 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacer periodismo en el siglo XXI ya es asunto de vida o de muerte, parece que en el tiempo se ha retrocedido 700 años atrás, cuando el conocimiento, la investigación, los descubrimientos y la sabiduría en general tenían el cerrojo de la censura en manos del peor oscurantismo medieval. En la última década, de acuerdo con datos proporcionados por la Unesco, un total de 888 profesionales de los medios de comunicación murieron por homicidio intencionado en el mundo como represalia por su trabajo informativo; eso implica que cada cuatro días un periodista fue asesinado.

La irrupción de la pandemia tampoco ha contribuido a relajar los ánimos a favor de la libertad de expresión, en un momento crucial para el periodismo de investigación interesado en la fuente del SARS-CoV-2, que tantas suspicacias ha desatado a nivel global, para malestar de China, que ventila una versión oficial del origen del coronavirus.

La Unesco lamenta que el año pasado, en el ámbito internacional, un total de 59 periodistas perdiesen la vida -casi todos acribillados-, de los que cuatro eran mujeres; unos homicidios perpetrados sobre todo en América Latina y la región Asia-Pacífico. La pandemia ha exacerbado la persecución contra los reporteros, cámaras, fotoperiodistas y otros informadores, asesinados sobre todo dentro de sus propios países y en su mayoría en zonas no de guerra o de conflictos civiles.

Desde la perspectiva de Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, la pandemia ha sido «la tormenta perfecta» porque ha afectado a la libertad de prensa en todas partes. Los embates impunes contra los comunicadores debilitan la libertad de prensa en una coyuntura histórica que hace particularmente importante la información veraz: en el 2020 hemos sido testigos de la relevancia del periodismo para nuestras democracias y para la protección de los derechos humanos.

Hay que defender la información como un bien público. Proteger el periodismo es proteger la verdad; muchos periodistas han sido penalizados por denunciar fallos en la gestión de la crisis sanitaria por parte de las autoridades. Estas condiciones hacen temer que la profesión periodística desaparezca.

El año pasado no solo se incrementaron los asesinatos de periodistas, también las detenciones, los encarcelamientos, la privación de la libertad, así como las amenazas, los acosos y despidos forzados para acallar su trabajo. Las fauces del poder quieren cercenar la libertad de expresión, eliminar a los periodistas incómodos para, en definitiva, dejar sorda, ciega, muda y maniatada a una sociedad que, hoy más que nunca, requiere de muchos valientes como Román Protasevich, Jamal Khashoggi o los españoles David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso.