El cuento de la lechera

Francisco Martelo TRIBUNA

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

04 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La pandemia del covid-19 ha cambiado las prestaciones de salud y su gestión sanitaria en todos los países, sea cual sea su sistema político, su administración y nivel de riqueza. En el nuestro ha echado por tierra las perspectivas económicas para los próximos años, ante la necesidad de afrontar un imprevisto e ingente desembolso para resucitar la estructura económica, que conlleva la búsqueda de una financiación multimillonaria debajo de las piedras.

En España reinaba un clima de absoluta confianza hacia nuestro sistema público, en la seguridad de que contábamos con un sistema sanitario de los mejores del mundo. La pandemia nos ha situado en el sitio correcto. Se han puesto de manifiesto las consecuencias de la infrafinanciación durante los años de crisis, con recortes que han obligado a los gestores a desplazar la parte destinada a los profesionales a la tecnología y al gasto farmacéutico. Médicos, enfermeros y demás personal han perdido participación y peso en el sistema.

Sin embargo, los planes de contingencia contra el seísmo viral han tenido como soporte y como motor, exclusivamente, a los profesionales de la sanidad. Desbordados por la marea, su esfuerzo pudo mantener la línea de flotación e impedir el hundimiento. Muchos aplausos, pero luchando en condiciones inadecuadas.

No se ha abordado, todavía, un estudio proporcionado a lo acontecido, basado en encuestas a los profesionales de la medicina primaria y en los hospitales, tanto de empresas públicas como privadas, para encontrar cuál era nuestro nivel de preparación y cuál ha sido nuestra respuesta ante el tsunami viral.

Entre tanto dolor y sufrimiento, los políticos lo han tenido fácil para darse cuenta de que las inversiones en sanidad son imprescindibles y prioritarias. Sin salud no podemos progresar y el riesgo sanitario grave conduce al caos individual y social, y trae el hambre de la mano de la parálisis económica.

Pero no lo tenemos fácil en la recuperación económica en forma de K, de la que hablan ahora los economistas. Nosotros estaríamos colgados en el brazo inferior de la letra porque nuestras empresas basadas en la relación social irán hacia abajo, mientras que los países con investigación en ciencia y tecnología, la digitalización y la distribución globalizada de esos bienes irán hacia arriba, ocupando el brazo superior de la letra. Más asimetría económica.

En esta situación tan desfavorable solamente la vacuna, esfuerzo también del mundo científico, ha sido el flotador individual que nos permite sobrenadar entre las olas del temporal y a los políticos y sus adláteres contar el cuento de la lechera para el 2050. La que no puede convertirse en fábula es nuestra asistencia sanitaria universal.