El viaje era a Rabat

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Antonio Sempere | Europa Press

19 may 2021 . Actualizado a las 08:50 h.

Comencemos por lo obvio: si el Gobierno marroquí ordena a su policía que haga la vista gorda ante el asalto de masas a la frontera de Ceuta, está claro que algún mensaje quiere enviar a España. O se trata de una represalia por la atención hospitalaria al líder del Polisario, Brahim Gali, o de una queja desmesurada por un defecto de información entre amigos, o de que se ha encontrado una excusa para enseñarle los dientes al Gobierno español demostrándole con qué facilidad puede desestabilizar una ciudad como Ceuta.

Lo del líder del Polisario ya he dicho que es desmesurado, aunque solo sea porque se trató de una acción humanitaria y un fallo informativo no justifica la creación de una crisis como la vivida. Me inclino más por una suma de causas que ya tuvieron expresión anterior. Por ejemplo, la cumbre bilateral Marruecos-España que se iba a celebrar en diciembre fue suspendida por el Gobierno marroquí y nunca más se supo. Algo se ha roto en la relación entre gobiernos, y ese algo fueron unas viejas declaraciones de Pablo Iglesias por las que había sido excluido de la misión que iba a participar en la cumbre. No es inteligente que un gobernante llame «sátrapa» al jefe del Estado de un país vecino con tantos intereses en juego.

Estamos, pues, ante algo más que una crisis migratoria. Estamos ante una crisis política en toda regla y con dimensiones supranacionales, porque Ceuta y Melilla no son fronteras españolas, sino fronteras europeas, como se recordó desde Bruselas. Estamos ante un examen de altura diplomática al Gobierno español, que no puede transigir ante espectáculos como los de Ceuta ni puede utilizar la fuerza, aunque haga una pequeña exhibición de soldados y material militar. Y estamos ante una cuestión muy delicada a efectos internos, porque lo ocurrido provoca exaltaciones ideológicas y patrióticas. A un lado está la progresía, que tiende a contemplar todo desde el punto de vista de los derechos humanos. Al otro, la exaltación nacionalista, que no tolera la humillación e invita a una peligrosa dureza.

Las palabras no son inocentes, por lo cual las relaciones políticas internas tampoco serán iguales después de los sucesos. Y un último apunte por el momento: Pedro Sánchez se desplazó a Ceuta y Melilla ayer por la tarde en un gesto más efectista que práctico. Es efectista verlo allí dando moral a la tropa y comprometiéndose con la seguridad y la integridad de las dos ciudades autónomas. Es poco práctico, porque no creo que contribuya a suavizar las relaciones, sino a poner un punto más de tensión si a algún miembro de la corte marroquí se le ocurre tomarlo como un desafío. A pesar de todo, creo que hizo bien en viajar, pero hay algo que me gustaría tanto o más: saber qué relación tuvo durante la crisis con el primer ministro marroquí. A lo mejor no era Ceuta a donde tenía que viajar, sino a Rabat.