Los lemas eran hermosos. Recordaban a aquellos que buscaban la arena de las playas debajo de los adoquines del París del 68, que pedían hacer el amor y no la guerra. Todo vuelve. Juventud sin miedo, sin curro, sin casa, sin pensión... O lo llaman democracia y no lo es. O no somos mercancías en manos de políticos y de banqueros. O que no, que no, que no, que no nos representan. O no es una crisis, es una estafa. Lo que pedía el 15M era incontestable. Nadie se podía oponer, aunque los odiadores pronto se pusieron en contra de aquellos chavales que soñaban en voz alta por tirarse acampados casi un mes en el kilómetro cero de España.
Celebraban asambleas abiertas, como si se pudiese retroceder a Atenas. Le daban la palabra a todo el que se pasaba por allí. La mayoría de los que participaron lo hicieron con una inocencia a prueba de engañadores. Estoy seguro de que les explotaba el corazón. Lo que vino después es tan triste que, para aquella ilusión gigante, mágica, se parece a sentir una inmensa tristeza poscoital.
Los números son crueles con lo sucedido. El bolsillo siempre es la clave de todo. Cuando están vacíos llegan las protestas. Y una de las bengalas que incendió la Puerta del Sol era que España llegaba casi a cifras del 50 % del paro juvenil. ¿Qué sucede hoy? ¿Qué nos dicen las estadísticas después de que de aquella plaza saliese un movimiento como Podemos que cristalizó y aún cristaliza aquella rabia con sillones en un Gobierno de coalición y escaños en el Congreso? Que el paro juvenil en España sigue siendo el más alto de la Unión Europa. Descendió, pero está en casi el 40 %, nueve puntos por encima del siguiente país catastrófico para sus jóvenes, Italia.
Decían y gritaban que la clase política vivía alejada de la ciudadanía, de ellos. Lo raro es que, meses después, en noviembre, ganó las elecciones Mariano Rajoy, que posiblemente era el político que más frío les daba a todos los que estaban allí. Tres años tardó Podemos en irrumpir en unas elecciones europeas. Y lo demás no hace falta contarlo. Todos hemos ido viviendo lo que pasó hasta que esta semana García-Page sentenció que ha llegado el momento de llamarle a Podemos Pudimos. Un chiste similar al que caricaturiza a Izquierda Unida, fagocitada por Podemos, como Izquierda Hundida.
Pero jamás debemos ridiculizar los sentimientos más nobles que se vivieron aquellos días, aquellas noches encendidas, que querían prender simplemente un futuro mejor.
De hecho, con la polarización actual y radical de la política en España se hace muy necesario rescatar la pureza de aquellos días para no seguir enconados en enfrentarnos por enfrentarnos. Fernando Savater votó por Isabel Ayuso. Andrés Trapiello, por la derecha, se enfrenta a Antonio Muñoz Molina, por la izquierda. Hasta las inteligencias más lúcidas chasquean obviedades. Es evidente que, de aquel 15M, precisamos, con valentía, recuperar la necesidad de sentir que unos y otros solo queremos lo mismo: un futuro.
Nunca mates el deseo.