En tiempos broncos, conviene leer a Ander Izagirre. Su columna de los jueves en la última página de Diario Vasco, sus reportajes en periódicos y revistas, sus libros ya numerosos. Hay pocas miradas como la suya: inteligente, profunda, compasiva, tierna y bienhumorada. Porque él no es de juzgar, sino de dar tiempo a la gente, de intentar entenderla como ellos se entienden a sí mismos y mostrárselos, solo después, al lector, ya protegidos por una recia película de comprensión o incluso de afecto, y en una prosa sin lentejuelas, transparente, que aspira a no estorbar y evita atraer la atención sobre sí. Una prosa puesta al servicio del relato, de los paisajes y de los personajes. Es decir, al servicio de la claridad, al servicio del lector. Pero lo mejor de Ander reside en la masa de sus historias, fruto de una capacidad infrecuente y diferenciadora: la de ver lo que otros no vemos y para enganchar como un narrador de lareira. Cuando pondera la valía de alguien de su tiempo, mi madre dice a veces: «Contaba moi ben os contos».
Ander acaba de sacar libro nuevo. Quienes tanto disfrutamos con plomo en los bolsillos, aquella colección de relatos del Tour que sigue sorprendiendo, estábamos esperando esta entrega sobre otra gran vuelta: Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey. El propio título indica que estos van mucho más allá del ciclismo: van sobre los pliegues y repechos de lo humano, sobre un siglo de la historia de Italia vista desde la ruta, sobre lo heroico y también sobre lo risible. Y, por supuesto, sobre equipos, bicicletas, dopaje, nombres propios que figuran en la mitología del deporte o deberían figurar, como las primeras ciclistas, las pioneras.
@pacosanchez