Si hay otra ganadora de las elecciones madrileñas, además de Isabel Díaz Ayuso, esa es Ana Rosa Quintana. Ha bastado con verla durante toda la campaña y sobre todo a lo largo de esta semana, exultante, feliz y encantada de haberse sacado de encima a Pablo Iglesias mientras enarbolaba la bandera de Madrid. «En Madrid no hay dos millones de fascistas»; «Los madrileños no somos esa gente despreciable que han venido a pintar desde la oposición», se escudaba Ana Rosa, en un alegato castizo a todos aquellos que han cargado las tintas para exponer una visión negativa de los madrileños. Defensora de Díaz Ayuso y ferviente crítica del Sanchismo, la periodista de Telecinco se ha encumbrado enumerando datos que apuntaban que los enfermos de covid habían bajado en la comunidad y no ha dudado ni un segundo en mostrar a las claras su posición contra Pablo Iglesias. Ese mensaje insistente que ha expresado cada día en sus programas ha acabado por auparla también a ella, con un liderazgo de más de diez puntos sobre su rival, Susanna Griso, y así Ana Rosa se ha merendado a un 23 % de la audiencia todas las mañanas, una cifra desorbitada para cualquier espacio con tantas horas en pantalla. En la mesa política, desde luego, ha invertido mucho tiempo y tesón. Ana Rosa no es Ferreras, y ha optado por otro modelo de acción televisiva: ha hecho menos análisis y ha ido directa a morder en la opinión.