Madrid, la Covadonga de la derecha

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

SUSANA VERA | Reuters

04 may 2021 . Actualizado a las 09:55 h.

En Covadonga comenzó la Reconquista que culminó con la expulsión de los musulmanes del solar hispano. Y en Covadonga inició Santiago Abascal su cruzada, en abril del 2019, para liberar a España de «progres, islamistas y comunistas». Vox ganó aquella batalla e irrumpió en el Congreso con 24 diputados. Meses después, en las elecciones de noviembre del mismo año, más que duplicó el número de escaños -consiguió 52- y se convirtió en la tercera fuerza política. Paradójicamente, este Don Pelayo era un impostor y un felón: dividía las huestes cristianas y auguraba, en consecuencia, larga y plácida vida a Al Andalus y al emirato de Sánchez. 

Y así fue hasta que Isabel Díaz Ayuso, aprovechando su ascendencia sobre los votantes de Vox y la tendencia suicida de Ciudadanos, decidió convertir Madrid en Covadonga. La batalla se dirime hoy y los pronósticos apuntan a una victoria aplastante de la nueva Don Pelayo. La euforia desatada reina en los cuarteles de la derecha. La izquierda, con su tibia esperanza prendida por alfileres, sería la primera sorprendida si al final sonase su flauta. Tan exultantes los unos y tan resignados los otros que, incluso antes de la apertura de las urnas, el triunfo del PP ya está descontado en la Bolsa política. Y todos cavilan sobre los efectos que esa victoria tendrá sobre la estabilidad y continuidad del Gobierno. Para Pablo Casado, esta noche comienza la reconquista: «El 4-M va a ser el principio del fin de Pedro Sánchez». Para la Moncloa, que ya coloca la venda antes de la herida, las elecciones madrileñas no son extrapolables al resto de España. Quizás, y no pretendo mantener ninguna equidistancia, las dos partes tienen su razón.

Si se cumplen los vaticinios, Ayuso se impone por goleada, Gabilondo se desploma, la izquierda no suma y Edmundo Bal no consigue rebasar el listón del 5 %, la Moncloa sufrirá un duro revés. La premonición de Pablo Casado estaría justificada, sobre todo por la hemorragia letal de Ciudadanos. Hay pocas dudas de que las deserciones masivas de Ciudadanos, al igual que sucede en Madrid, engordarían al PP y permitirían una primera reagrupación de la derecha. En esa tesitura, Sánchez a duras penas podrá evitar que la mancha de aceite se desparrame por todo el territorio nacional.

Pero el principio del fin no es el final. Entre la batalla de Covadonga y la expulsión definitiva de los musulmanes transcurrieron 780 años. Casi ocho siglos. Tantos, que los historiadores modernos, a contrapelo de lo que nos enseñaba la Enciclopedia Álvarez en nuestra infancia, niegan que existiera tal reconquista. En realidad, dicen, solo se trata de un artefacto ideológico que pretende inculcarnos una idea falsa y anacrónica: la de que somos una nación forjada en la lucha contra el islam. De hecho, el término Reconquista, al menos con R mayúscula, no fue acuñado hasta el siglo XIX.

Desconozco, por tanto, si Madrid será la Covadonga de la derecha. Y, en caso afirmativo, tampoco sé si Pablo Casado tendrá la paciencia y el temple necesarios para sobrevivir hasta la toma de Granada.