Lo mismito que Madrid

OPINIÓN

Marta Fernández Jara | Europa Press

03 may 2021 . Actualizado a las 10:14 h.

Mis amigos científicos, que tienen por dogma infalible que el aleteo de una mariposa en Pekín puede desencadenar un huracán en Florida, están absurda y contumazmente convencidos de que el hecho de que toda España esté pendiente de las elecciones de Madrid es una astracanada centralista y sin sentido, y que, si no aislamos El Resto de lo que Madrid representa, este país no tiene futuro. Cuando yo respondo que su ciencia va muy lenta, y que -iniciada por Leucipo y Demócrito, y por la asombrosa intuición de Lucrecio en De rerum natura- aún está enmarañada en los prolegómenos, me dicen que la vejez me está convirtiendo en poeta, olvidando -porque su vejez es paralela a la mía- cuánto le gustaban los poemas que yo escribía cuando estudiábamos en Madrid, que ellos remitían, como suyos, a sus novias compostelanas.

Debido al mediocre concepto de lo científico que rige la era tecnológica, todavía tengo amigos -porque el amor todo lo supera- que, mientras me miran compasivamente cuando recito la metáfora que inicia el Génesis -«La tierra era caos, confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios alentaba por encima de las aguas»-, siguen sin entender que yo califique de negacionismo que ellos -devaluando su propio trabajo, obviando la globalización y olvidando que sus abuelas ya sabían que «el mundo es un pañuelo»- nieguen lo que la ciencia política afirma rotundamente: que un voto depositado en una urna de Madrid puede cambiar -como si fuese una mariposa en Pekín- el futuro de Galicia, de España, de Europa, de la OTAN y del mundo entero. Recuerden, si no, aquel famoso clavo por el que se perdió una herradura, un caballo, un jinete, una batalla y un imperio. O, si no son muy laicos, el día en el que Pilatos solo decidió lavarse las manos.

Es muy probable que, igual que sobre Pekín vuelan millones de mariposas sin haber desencadenado ningún huracán, también en Madrid se depositen millones de votos sin que en Forcarei pase nada. Pero eso no es óbice para que esta lección, basada en pura metodología científica, les ayude a despertar de la absurda ensoñación de que, abducidos por sentimientos, pasiones, ideologías y mitos territoriales, y, mientras presumimos de tener el mundo en el móvil, el destino de Florida en las mariposas de Pekín y la supervivencia de Bangladesh en un glaciar de Groenlandia, Madrid sigue siendo un astro ajeno a nuestro universo económico, cultural y político, y que la distancia sideral que nos separa -tres horas en AVE- es suficiente para que a nosa terra trabaje su futuro en un marco de bioseguridad que nos libre de sus microbios.

Pero Madrid es, en palabras de Machado, el «rompeolas de todas las Españas», y, en palabras mías, la delegación de Bruselas en el Estado español. Por eso deberíamos compartir con los madrileños esta jornada de reflexión, aunque solo sea para saber que, en el marco de la realpolitik, no solo llevamos varios siglos influidos por Madrid, sino que somos -lamento la crudeza- lo mismito que Madrid.