David Beriain, periodista

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

XOSE CASTRO

28 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Alguien parafraseó el aforismo anglosajón tan recordado en ambientes periodísticos, «los hechos son sagrados y las opiniones son libres», con otro acaso más verdadero: «Las opiniones son baratas y los hechos, caros». El asesinato de David Beriain en Burkina Faso lo confirma: cualquiera puede opinar, pero para llegar a ciertos hechos hay que arriesgar hasta la vida. Algo que David supo muy pronto. En los últimos años de carrera hizo prácticas en El Liberal, principal diario de la ciudad más antigua de Argentina, Santiago del Estero. Al terminar se incorporó a la redacción. Muy pronto resultó incómodo al gobernador de aquella provincia y comenzó a recibir mensajes. Tenía solo 22 o 23 años. Un día me contó que le habían pedido un encuentro y accedió a verse con alguien en un bar. Su interlocutor le afeó sus publicaciones sin mirarle a la cara, mientras dibujaba en una servilleta de papel. Como David no pensaba callar, le dijo que mejor se volviera a España y le dio la servilleta, en la que reconoció un dibujo exacto de la planta de su apartamento. Le dije que se viniera inmediatamente y se incorporó a La Voz. No recuerdo cómo se las arregló para convencer al director de que le enviara a la guerra de Irak. No dejaban entrar a los periodistas, pero él pasó la frontera escondido, si no recuerdo mal, en los bajos de un camión. A La Voz mandó las primeras de muchas crónicas de guerra.

Quizá algunos piensen que David era una de esas personas a las que les gusta el riesgo, vivir al límite. Y no. A David le gustaba el periodismo y lo practicaba con pasión, con un profundo sentido de servicio, sin divismos, con respeto a su audiencia y a sus fuentes. Para mi sorpresa, lo sedujeron las posibilidades que le ofrecía el periodismo audiovisual. Ya escribía muy bien cuando llegó a cursar Periodismo en la Universidad de Navarra, donde fui su tutor. Algunas chicas de su curso se aprendían las poesías llenas de fuerza que escribía entonces. Nunca pensé que terminaría en el mundo de la imagen. Ahora dirigía con Rosaura, su mujer, la productora 93 metros, que fundaron hace pocos años. David entrevistó a talibanes en sus escondites, a guerrilleros de las FARC en el interior de la selva, a narcos, a mafiosos y en Burkina trabajaba en un documental sobre cazadores furtivos. Nuestra última conversación fue el pasado viernes, por mensajería. Me preguntó qué me había parecido el estreno de su serie documental Palomares, me dijo que estaba en Burkina y que me llamaría en cuanto regresara. Al releerla, me vinieron a la cabeza unas palabras suyas: «He tenido mucha suerte en la vida. Mis padres, mi familia y mi mujer me han querido de la manera más hermosa en que se puede querer a alguien: libre. Aunque eso suponga en su caso que un día pueda haber una llamada que les diga: ‘No va a volver'. Eso es un acto de generosidad del que yo no sé si sería capaz».