Sánchez empieza a ser gafe

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

E. Parra. POOL

15 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En las sesiones del Congreso solo la bronca está garantizada. Ayer tocaba el plan de recuperación, 140.000 millones de euros para levantar el espinazo a la economía española, pero el asunto solo era un pretexto para el follón habitual. Intuyo que el plan debe ser bueno, porque el propio Casado acusó al presidente del Gobierno de «vender lo que no es suyo». El fondo, aclaró, lo negociaron «las mujeres del PP europeo». Y Sánchez no tiene vergüenza por andar repartiendo a domicilio «una pizza recalentada ocho veces».

Todo según lo previsto, salvo una novedad expresada, Casado en estado puro y sin papeles, por el líder del PP: Sánchez «empieza a ser gafe». No solo gobierna con chulería y por decreto, desprecia al Parlamento y asalta a la Justicia, sino que trae mala suerte. Anuncia un plan de vacunación y le crecen los coágulos de AstraZeneca. Proclama un acelerón en el proceso de inmunización y al día siguiente Janssen, la perla de las vacunas por ser de dosis única, paraliza el primer envío. Pudo haber añadido Casado -todo se andará- otras pruebas de cargo, como las profecías económicas fallidas. O incluso la principal: fue llegar aquel a la Moncloa y desatarse la pandemia del siglo.

Teníamos un presidente, al mando de una camarilla socialcomunista, que destroza cuanto toca. Dispuesto a romper España en cuanto se acerca a Cataluña, negligente hasta el delito cuando nos ataca la peste y que haría añicos la vajilla si ejerciese de lavaplatos. Pero ahora sabemos que, además, tiene el meigallo en el cuerpo. Padece de gafedad, que, según me entero, era un tipo de lepra más contagiosa y mortífera que el covid. Atrae las desgracias y, por tanto, arruina también lo que no toca.

Hasta ahora, el título de gafe mayor se le adjudicaba a Zapatero. Se dice que hacía perder las elecciones a cada mandatario exterior que apoyaba. Él lo negaba: «Decir que soy gafe es una maldad, he tenido siempre suerte en la vida». Se equivocaba con el argumento exculpatorio, porque el gafe, a diferencia del cenizo, siempre resulta ileso de los males que provoca. El récord en el Guinness lo ostenta un tal Roy Sullivan, un auténtico pararrayos humano: por siete veces en su vida, algo mucho más improbable que los trombos de cualquier vacuna, recibió el impacto de un rayo. Y ninguno le rompió la crisma. Tuvo suerte.

El asunto, aunque no faltarán quienes me tilden de frívolo, lo considero importante. De Sánchez dice la derecha que es el peor presidente de la democracia (PP) o desde la Guerra Civil (Vox). Una plusmarca, por cierto, que según los mismos árbitros de blanco detentaba anteriormente Zapatero. El baldón, tal vez, podemos conllevarlo con paciencia y santa resignación: ya sabemos que otros vendrán que bueno te harán. Solo hay que esperar. Pero si a la incompetencia como gestor y a la maldad intrínseca de quien nos gobierna le añadimos que se trata de una persona gafada, un imán de calamidades y desastres, tenemos serios motivos para preocuparnos. Sobre todo, los supersticiosos o quien, como yo, escribimos un martes y trece.