El «Blade Runner» de Ciudadanos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

BENITO ORDOÑEZ

12 mar 2021 . Actualizado a las 09:19 h.

Algún día, cuando Ciudadanos desaparezca como partido, es decir, dentro de no mucho, habrá que hacer un estudio serio sobre lo que fue esta formación política y lo que significó durante ese sombrío período de la historia de España que comenzó en el año 2014 para concluir probablemente en el 2024, y que podría acabar conociéndose como la segunda década ominosa, pero sin los Cien Mil Hijos de San Luis. Concretamente, la investigación -más antropológica que política- debería centrarse en determinar quiénes eran los votantes de Ciudadanos y qué afán perpetuo de aventura adrenalínica era el que les llevaba a practicar esa actividad de riesgo extremo que supone optar por la papeleta naranja. Ser votante de Cs debe ser algo así como una experiencia surrealista. Casi lisérgica. Cerrar ese sobre e introducirlo en la urna implica subirse a una montaña rusa sin final. Comerse un ácido e iniciar un viaje astral en el que nadie, ni siquiera el piloto, sabe a qué paradero político acabará conduciendo la travesía.

Si usted ha sido votante fiel de Cs en los últimos años, ha visto cosas que otros no creerían. Atacar naves en llamas más allá de Orión. Rayos C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Y todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. El liberal Rivera compadreado con el comunista Pablo Iglesias y demonizando ambos a la casta. Rivera firmando luego solemnemente con Pedro Sánchez un pacto de Gobierno y abominando de Rajoy. Rivera convirtiendo a Sánchez en Belcebú y pactando con Rajoy. Rivera propiciando la caída de su socio Rajoy, pero negándose a ser vicepresidente con Sánchez, teniéndolo en su mano. Arrimadas ganando unas elecciones en Cataluña y huyendo inmediatamente de Cataluña. Arrimadas pactando con Sánchez, pero gobernando gracias a Vox con el PP en Andalucía, Murcia y Madrid. Y Arrimadas, por fin, poniendo una moción de censura a su propio Gobierno en Murcia y suicidándose en Madrid, donde pierde la vicepresidencia y se queda a merced del PSOE y de un partido irrelevante como Más País, con el riesgo de quedar incluso fuera del Parlamento autonómico. ¿Alguien da más?.

En los 60, el franquista Gonzalo Fernández de la Mora escribió El crepúsculo de las ideologías. Luego, muchos politólogos hablaron del fin de las ideologías. El estadounidense Francis Fukuyama elevó esa idea al paroxismo y predijo el fin de la historia. Todos se equivocaron. Lo que se acaba para algunos no son las ideologías, sino los principios y la dignidad. Ahí están para demostrarlo Podemos, capaz de gobernar España gracias a los votos de los españoles y negar al tiempo que España sea una democracia. Y Ciudadanos, vendiendo su alma a quien quiera comprarla y confundiendo siempre una bisagra con una veleta. Qué había en realidad ahí, dentro de Ciudadanos, es un misterio que resolverán los historiadores. Pero un partido cuyos votantes huyeron en la misma proporción a Vox y al PSOE no era un partido. Era un enigma muy difícil de desentrañar.