Sánchez y Cataluña

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

PSC / CRISTINA DIESTRO

08 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No atravesamos un buen momento político, aunque Pedro Sánchez crea que está conduciendo con gran acierto esta etapa de las elecciones catalanas, del covid-19, de la crisis económica y de otras peripecias. Por el contrario, en España cada vez parece tener mayor presencia el chalaneo y la politiquería, con presiones y chantajes recurrentes y oportunistas. Y en ello parecen estar nuestros legítimos representantes.

El lúcido Winston Churchill nos dejó una frase que ilustra particularmente sobre estos momentos: «El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes». Y aquí radica el problema, porque ciertamente en España tenemos muchos políticos con la ambición desatada, y algunos de ellos no ocultan que esto sea así, pero siempre por el bien del Estado y de sus comunidades autónomas, y también por el de las empresas y los trabajadores. Aunque la realidad sea que, como dijo el mismísimo Napoleón, «nada puede ir bien en un sistema político en el que las palabras contradicen los hechos».

Y en España las palabras y los hechos no están coincidiendo. Obsérvese el proceso electoral catalán y tendremos a nuestro alcance muchas reflexiones o conclusiones lamentables. He prestado atención a los candidatos en su primer debate y he podido advertir que cada uno está muy convencido de lo suyo y muy poco o nada dispuesto a someterlo a una negociación que conlleve concesiones o pactos.

¿Qué se ve en el horizonte? Disputas y presiones por parte de todos. Porque ciertamente cada uno tiene sus armas, pero también sus debilidades. Y todos quieren defender sus supuestos o reales dogmas, y quizá algunos acabarán por echar en falta aquellos tiempos en los que Jordi Pujol abría melón tras melón para acabar cuadrando un resultado ventajoso para él, pero también aceptable para el poder central. Ahora la realidad es que hay muchos negociadores con muchas ganas de negociar incluso lo innegociable. Si es que lo innegociable sigue existiendo.